Wednesday, May 28, 2008

Hacia el huracan

Buenos discos españoles en los últimos tiempos: Love of Lesbian, Lori Meyers, Travolta, Sr Chinarro, La habitación roja (casi casi ya), Niños mutantes o Tachenko. De estos últimos me quedo con esta sencilla canción pero que dice muy bien lo que dice.

Hacia el huracán

¿Qué puedo decir que no se haya dicho ya?
Me juego la vida ¿y qué?: ya es algo normal

Hay días que voy hacia el huracán
Lo creas o no he oído tu voz sobre las demás
y no hay nada más
que pueda tranquilizarme igual

¿Qué puedo decir que no se haya dicho ya?
Es todo tan lógico, tan occidental, pero yo

te quiero a morir, te quiero a rabiar
Hay cosas que ni siquiera se pueden imaginar...
Y no hay nada más
que pueda tranquilizarme.
Hay días que voy hacia el huracán
Lo creas o no he oído tu voz sobre las demás
y no hay nada más
que pueda tranquilizarme igual

Pero yo te quiero a morir, te quiero a rabiar.
Hay cosas que ni siquiera se pueden imaginar...
Y no hay nada más
que pueda tranquilizarme igual.

(Tachenko)

Monday, May 26, 2008

Otra vez Indiana Jones

Publicado en www.cinestrenos.com

De héroes y tumbas
Por Manuel Ortega

Cuando uno entra a ver una película Indiana Jones sabe a ciencia cierta que va a salir igual que entró o parecido. Eso no es un achaque ni tiene nada que ver con que sea malo, pero tampoco se puede tomar como una ventaja ni como algo digno de alabar. Se supone que es un entretenimiento standard para toda la familia pero a mi ni de pequeño ni ahora (ni a mi familia creo que tampoco) me ha entretenido lo más mínimo lo prefabricado, lo esperable y lo socialmente aceptado como entretenido. Si a eso le sumamos que esta última producción de Lucas & Spielberg es también la última en lo tocante a niveles artísticos fundamentados en lo meramente cinematográfico, pues mal asunto.

Pero debemos creer en los héroes más que en las tumbas y por eso comprendo (e incluso disfruto o acepto) que acercarse a la última aventura del tío del látigo tiene algo de tierno e infantil, algo de melancólico reencuentro con lo que fuimos cuando Los goonies y El club de los cinco eran un espejo improbable colocado a tantos kilómetros de distancia como días hace de eso. La última aventura de la AVENTURA es el retrato de nuestra cotidianidad pero con el color, la forma y el sabor de los ochenta (porque ésta película es tan ochenta como los pantalones nevados, los Castellanos sin calcetines o el pelo cardado). Por eso uno intenta verla con ojos cómplices o acaso con esos ojos nuevos que gastábamos mientras descubríamos las nuevas películas en el vídeo comunitario. Pero es que nos lo han puesto muy difícil.

Aparte del valor añadido por la mítica, la estética o la óptica, Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal es un refrito de condimentos rancios que se repiten sin solución de continuidad, un artefacto más preocupado por intentar dar otra voltereta que por asegurarse que hay alguien mirando a lo que se muestra. Un espectáculo aquejado de la desigualdad de una primera parte interesante y ágil y una segunda mitad que deja mucho que desear en su empeño de convertirse en una montaña soviética en un parque de atracciones viejas. Todo lo que Spielberg ha logrado en estos últimos espléndidos años (un cine casi perfecto en fondo, forma y en fondo y forma) quedan a merced de la infantilización contumaz de un George Lucas que sigue transformando en nimiedad inflada todo lo que toca. Hay momentos realmentes vergonzantes como todos los referentes al personaje de Karen Allen y de John Hurt, (este último parece estar más en una parodia estilo Condemor que en la película en la que está), hay diálogos autorreferenciales innecesarios, guiños a fans tuertos y toda una parafernalia continuista que nos enseña más al héroe empecinado e infalible que a la tumba de una saga que no da para más. Ni tristemente, para menos.

Thursday, May 22, 2008

Otra vez el cine andaluz

Publicado en www.miradas.net

3 días (Francisco Javier Gutiérrez, 2008)
Por Manuel Ortega

La moto

El buen estado del cine español y blablablá. El orfanato, el Almodóvar , el Amenabar y el otro, el de las gafas. Torrente, Mortadelo, Fuera de carta , dentro del ombligo, cámara, acción(es), Sogecable, película necesaria y otras necedades. Recaudación, americano malo, piratería contra corsarios, las treces rosas, las 8 citas, las 7 plagas. No a la guerra, no en mi nombre, no al cine, no la veas que me han dicho que es española, no te jode. Provincianos con países y escuelas nacionales, señores mayores en paños minúsculos , jóvenes que nacieron jubilados, academia, anemia, aneurisma intelectual . Festival de Malagón, peor imposible, tres días, la moto.

El debut de FJ Gutiérrez llegaba a las pantallas avalado por premios oficiales y críticas oficialistas. La estrenaron rápidamente para que el boca oreja no nos protegiera el bolsillo y yo que soy cinéfilo, andaluz y de género (masculino, of course) me apresuré a constatar las virtudes de la nueva perla de los tres asuntos. Demasiado rápido como de costumbre, demasiado poco como costumbre, demasiada costumbre por construir costumbrismo deconstruido. Demasiadas dosis de nada para una historia que merecía un mundo de posibilidades, aunque fuera en extinción.

Porque lo que Tres días pretende contar es más atractivo que el 80% de historias que se estrenan semanalmente en nuestras rutinarias pantallas. El mundo se va a acabar (el milenarismo va llegar, que decía el otro) irremisiblemente en los tres días que apunta el título ya que los gobiernos americanos y rusos, tras meses de lucha secreta, han dado su brazo a torcer y anuncian la llegada de un meteorito fatal. Es decir, tenemos una obra apocalíptica en un paisaje atípico y con unos protagonistas que aparentemente huyen de lo convencional y lo establecido para acercarse a una realidad más tangible que la del presidente de los EEUU pilotando una nave antimarcianitos. Una “agro-apocalipsis” disfuncional de estética terrosa y telúrica magnitud corrosiva, que se posiciona ante la estela del American Gothic de ayer y de hoy como opción transnacional que dicen ahora los modernos antiguos.

Pero eso es sólo lo que puede parecer si nos fiamos de las apariencias. Eso es sólo la moto que nos venden. A los cinéfilos, a los andaluces y a los amantes de los géneros. A todos en general. Porque lo que late en el fondo de esta multipremiada obra es la impostura de su planteamiento, la absurdo de su desarrollo y lo rutinario de su desenlace. La impostura de hacer cine de género porque es lo que vende (y nos vende), lo que se lleva (y lleva premios), lo que mandan los cánones de la mimesis externa estentórea pero fútil y pipiola en sus mecanismos internos. Bayona ya se atrevió a hacer una película de género para los que no gustan de ese género. Gutiérrez sigue el mismo patrón y demuestra que con apuntes no se hacen libros y con teoría no se suele conseguir más que obras agonizantes. Hijas de su tiempo, hijas del agobio del bisnes y el primer fin de semana. Mucho plano elaborado, mucho virtuosismo fetén, mucho examen del primero de la clase en la clase equivocada. Los disparos van todos en la dirección contraria, cargando el mensaje en lo que realmente es accesorio para pasar de puntillas por el meollo de la cuestión.

Eso nos lleva a la comentada absurdidad de su nudo narrativo en el que en lugar de seguir el camino marcado por esos 3 días finales y todo lo que ello conlleva en los diferentes niveles de la trama, nos obsequia con un risible giro hacia el psychothriller más deslavazado e insulso con subtrama de venganzas y ajustes de cuentas bigger than life. ¿De verdad es tan difícil entender que es contraproducente que un asesino intente asesinar a tu familia el día antes de que acabe el mundo? ¿Es normal que un tío que lleva 15 años encerrado en la cárcel se vaya a un cortijo a corretear a unos menores en lugar de acercarse a un prostíbulo o a un buen restaurante de la capital? El antihéroe que (des)compone Victor Clavijo además tiene vértigo y unos sueños así como raros. El prófugo se pone de pie en el capó del coche para que tengamos cartel.

La parte final además adolece de todos los males que utilizamos para cargarnos cierto cine norteamericano. Malos que no mueren a la primera muerte, héroes que superan sus miedos en el momento que importa, peleas interminables donde no acabamos de vislumbrar lo que ocurre, niños que se salvan porque son graciosos, chica que besa con lengua, guiones que parecen hechos con un programa para Pcs. Al menos al final se acaba el mundo lo que nos garantiza que también se acaba la película. Y la moto.

Monday, May 19, 2008

Cuando tu me elegiste.

Cuando tú me elegiste
-el amor eligió-
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.
Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.
Pero al decirme: “tú”
a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.
Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.
Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.

(Pedro Salinas)

Friday, May 16, 2008

Festival de Cannes

No he ido nunca y este año tampoco voy a ir. Pero he coordinado un especial bastante completito junto a JD Cáceres para Miradas de Cine. Espero que os guste

http://www.miradas.net/2008/n74/estudio.html

Wednesday, May 07, 2008

De bien agradecido

Dedicado a Ni libre ni ocupado

www.elmundo.es


Un violinista ruso regala un concierto a un taxista por haberle devuelto su Stradivarius


NUEVA YORK.- El violinista ruso Philippe Quint ha ofrecido un exclusivo concierto para un reducido grupo de taxistas de Nueva York, en agradecimiento a uno de ellos, quien le devolvió un violín Stradivarius valorado en unos 2,5 millones de euros y que se dejó olvidado en su taxi.

Un portavoz de su agencia publicitaria, D.L. Blackman, ha confirmado que Quint, de 34 años, convocó a sus invitados a las 13.00 hora local (17:00 GMT) y tocó durante más de 30 minutos en la terminal de taxis del aeropuerto internacional de Newark.

El pasado 23 de abril, la Comisión de Taxis de Nueva York ha informado de que el conductor egipcio Mohamed Khalil devolvió a su dueño el citado violín, después de que éste lo dejara olvidado en su taxi cuando regresaba de dar un concierto en Houston (Texas).

El músico olvidó su valioso instrumento, fabricando en 1723, en el maletero del taxi que tomó para ir del aeropuerto de Newark a Manhattan.

Cuando el taxista se lo devolvió unas horas más tarde, Quint le ofreció todo el dinero en efectivo que tenía en ese momento, unos cien dólares, y le prometió dar un concierto para él y sus compañeros de trabajo en el aeropuerto de Newark, como gesto de agradecimiento.

Además, regaló a Khalil y a su familia entradas para la próxima actuación que ofrecerá en el Carnegie Hall de Nueva York el 23 de septiembre.

Monday, May 05, 2008

Morfologia del cuento: El mal

Todos estamos invitados (Manuel Gutiérrez Aragón, 2008)
Por Manuel Ortega
www.miradas.net

Sobre el cine necesario

Siempre me ha extrañado leer lo que seguramente yo cuando era más joven (o más listo o más iluso o más algo) puede que haya escrito . Siempre he sentido curiosidad por un adjetivo que los críticos siguen utilizando aunque yo ya no lo hago. Es eso del filme necesario con el que muchas veces se da validez, aplauso y bendición a filmes comprometidos con las causas comprometidas por sus compromisarios. Argumento vacío esgrimido con la misma fruición ya sea con el último filme infantil (oide) iraní, la última epopeya gay o de mujeres maltratadas (o de pelirrojos en problema , que también los tienen) o el documental definitivo que viene a enseñarnos lo que nadie más que 40 documentales anuales vienen a enseñarnos. Lugares comunes que a veces sirven para ocultar la nadería de una propuesta cinematográfica que ofrece muy poco. No me parecen mal, pero a veces su calidad “artística” es casi inexistente y se parapeta en la supuesta necesidad del espectador de ver esa película (ay que listos somos). Como los libros de Antonio Salas, las canciones de Ismael Serrano o el discurso de el Rey, por seguir aquí en España.
Todo esto viene a colisión con la última obra de Manuel Gutiérrez Aragón, un bienintencionado filme que se arriesga a mostrarnos lo que ocurre en el País Vasco, sin tenerle miedo a las consecuencias que desde ciertos grupos totalitaristas (entiendo como totalitarismo aquel movimiento político y/o social que coarta y aniquila cualquier discrepancia hacia el ideario que se defiende) pueda crearles a los implicados en la empresa. Alabo su prestancia y su valor pero no puedo hacer que esto nuble la percepción de lo que se nos ofrece y de lo que nos encontramos. Que por cierto, es bastante menos de lo que nos están vendiendo desde los medios generalistas. Tres cuartos de lo mismo que la autoparódica Elegy en comedia o la terrible Fuera de carta en drama. O al revés que es casi lo mismo en cierto cine español de calidad.

Todos estamos invitados gravita con insuficiente ahínco entre el filme político de tesis mustia y el thriller seminal de amnésica estructura trivial y rechoncha. Un ejercicio simplón que toma un tema muy serio y lo transforma en un En el punto de mira cualquiera pero con actores españoles, de esos que son más creíbles anunciado yogures o a sí mismos, y con unos recursos técnicos y de producción que dan más risa que otra cosa (sólo hay que ver la persecución que da principio al viaje iniciático del protagonista o el trabajo con figuración en la manifestación a la entrada de la universidad.) Todo aderezado por un guión donde entre el diálogo impostado y las vergonzantes fugas oníricas, descubrimos la sonrojante sensación de estar más cerca de Muchachada nui que de La voz de su amo, por citar una película con etarras más posible y plausible.
Y es que con actores así y guiones asá es muy difícil hacer una buena película. Si a eso añadimos que Manuel Gutiérrez Aragón tampoco aporta mucho más que rutina y subrayados, poco nos va quedando del naufragio cinematográfico. Lejos ya de sus meritos parciales (y tal vez coyunturales) de Camada negra, Sonámbulos o Demonios en el jardín, el director cantabro vuelve a exhibir la torpeza narrativa a la que nos viene acostumbrando en los últimos tiempos (de la tartamuda Visionarios a la simpar La vida que te espera ) y el descuido por los detalles tan esenciales como es la interpretación de los secundarios o la ambientación de los espacios (la cárcel, el hospital andaluz o el bosque donde los gudaris practican el disparo como el que va de merendola.) Por eso más que nunca nos sorprende ver en los créditos el nombre de Félix Murcia entre los implicados en el entuerto.
Detalles como estos nos hacen pensar que más que cine necesario lo que es necesario en España son buenos actores, hábiles guionistas y directores con ideas nuevas. Sin nada de eso nuestro cine seguirá estando herido. De necesidad.

Morfologia del cuento: El bien

Blanca Vázquez - laRepúblicaCultural.es
TODOS ESTAMOS INVITADOS


“Habla mudita”(1973), “Demonios en el jardín”(1982), “La mitad del cielo” (1986), “Don Quijote” para Tv. y cine, “La vida que te espera” (2004), son algunos de los títulos más destacados del veterano director cántabro Manuel Gutiérrez Aragón, caracterizado por imprimirle una vena cervantina y fabuladora a su obra, y apoyándose unos gramos en el mudo fantástico para dar forma cuentista a su cinematografía. Lástima que Gutiérrez Aragón haya dejado a un lado esta su profesionalidad artística dotada de cierta magia para nadar en una visión excesivamente unilateral y propia de principiante al confeccionar (guión y dirección) un retrato ficcional de las tripas de un conflicto que lleva demasiado tiempo instalado en las conciencias como una sombra pegada a un pueblo, el del País Vasco.

Y como no es la opera prima del cineasta, ni nació ayer, me pregunto que carajo ha hecho con “Todos estamos invitados”, título que promete una complejidad (el mundo culinario aderezado con amenazas y miedo) que no ofrece, y decepciona enormemente a medida que el filme avanza.

Recordamos que fue muy criticado cuando presentó en 2001 su “Visionarios”, fallida reconstrucción de un hecho histórico de la II República situado también en Euskal Herria, del que dejó escapar un mensaje que debió esconder bajo siete llaves: el poder de las masas y la manipulación política. Algo que parece olvidar de nuevo con su último retrato (para espectadores poco exigentes) de la situación vasca.

ETA, como cualquier grupo terrorista, ( IRA, Septiembre negro, GRAPO, Las brigadas rojas, los grupos terroristas islámicos y etcétera ), no tiene por qué sustraerse al mundo del cine. Y de hecho no lo hace casi ninguno. En España hay una larga lista, algunas muy íntegras, de tratamientos cinematográficos sobre el tema, desde la exitosa “Días contados” de Inamol Uribe que también realizó “La muerte de Mikel”, pasando por “Yoyes” de Elena Taberna, “El viaje de Arián”, de Eduard Bosh, o la fláccida “GAL” de Miguel Courtois. Por nombrar algunas y de las que “La pelota vasca, la piel contra la piedra“ de Julio Medem es un ejemplo de documentación y equilibrio, en un espectro de posturas. Todas las ramas heridas y enfermas de un árbol poliédrico envenenado, qué, y perdone usted Sr. Gutiérrez, hay que procurar sacar a la palestra con cierta dignidad exenta de maniqueísmo para bobos. Todo lo contrario de lo que ha hecho su experimentada señoría.

Sé que abordar el tema del terrorismo en el mundo del cine no es nada fácil. Se tiende al mensaje político olvidando que estamos en el terreno del arte. Tampoco resulta fácil criticar películas sobre el debate, pisando cristales que nos pueden llevar a ser esquematizados con el simplón “estás con o contra”. Sin embargo la situación vasca, bajo el manto del terrorismo, es uno más de los muchos conflictos políticos del planeta, y desde luego no es de los peores hoy día. Gutiérrez Aragón proporciona una mirada distorsionada de manipulación propia (suyo es el derecho, nadie se lo niega) sobre una sociedad que ni vive tanto miedo, ni todos sufren esa visión compartida del comer y callar. Es más, si algunos técnicos y demás atrezzo no han colaborado con él, no ha sido tanto por ese miedo que él proclama como por no estar de acuerdo con su propuesta. Esa mirada de visitante agarrado a tópicos, un turista accidental que ve las cosas desde un prisma ausente de toda ambigüedad, alejado de la realidad numérica que supone la horquilla sociológica situada en la izquierda abertzale. Lo que no es óbice para subrayar el miedo y acoso que aún hoy sufren algunas personas.

Josu Jon resulta herido en un control de la guardia civil después de haber incendiado un camión junto con un grupo de compinches (de los que nada más se sabe en la cinta). A consecuencia del mismo ha perdido la memoria. Es tratado en un hospital penitenciario, y posteriormente encarcelado, donde seguirá en contacto con miembros de su banda, que intentaran atraerlo de nuevo para sí. (Sin espacio temporal preciso y con la coletilla de unas monjas en medio que no viene ni a qué ni a cuento). Un profesor de Universidad, Xabier, es amenazado por sus críticas opiniones sobre la situación en Euskadi. Malviviendo con su miedo, Xabier no renuncia a ir a las cenas de su sociedad gastronómica pese a las amenazas que recibe. Por otro lado Josu Jon vuelve a casa en régimen de libertad vigilada bajo la supervisión de un centro psiquiátrico, (sin precisar, de nuevo, el tiempo transcurrido desde su accidente). Resulta que en dicho centro trabaja Francesca, la novia de Xabier.

Lo que expone el realizador en Todos estamos invitados es una mezcla de etapas, fechas y acontecimientos como si de una sopa de tropezones se tratase, en un desequilibrado transcurrir narrativo. Datos expuestos sin fechar que recuerdan esos vídeos de ciertos partidos políticos mostrando una realidad manipulada con acontecimientos de diversas décadas. Esto no da más que lugar a una sucesión de esquematizados tópicos sin contrapeso alguno. Y de tópicos rodea Gutierrez Aragón a sus personajes, dibujados de forma absolutamente tosca. Desde el terrorista Josu Jon, (un Óscar Jaenada al que se le ha sacado muy poco provecho), sobre el que se posa la cámara como si le quemara, al papel del profesor Xavier (un José Coronado que intenta adecentar su reflejo del miedo), para acabar rematando la bicha con un personaje extraño y fuera de tiesto, la novia italiana del profesor. ¿Un casting hecho deprisa y corriendo?. Los tópicos continúan en el detalle sutil: la lengua vasca, o Euskara, lo habla mucha más población que la que rodea al entorno abertzale; los familiares de los terroristas y presos no tienen una actitud tan inane como la madre de Josu Jon; la iglesia no es un bloque de defensa terrorista, si bien, a diferencia del resto del país, matizan más la complejidad de la situación; y por supuesto los tres componentes del grupo de Josu Jon que le vigilan no son de molde único.

Se sigue utilizando a las víctimas, esta vez en una pancarta cinéfila de mensaje y lenguaje intencionadamente simplista, tomando a los espectadores por idiotas integrales. A modo de parte de noticias de Telecinco o Telemadrid, las mismas que colaboran en la producción. Prácticas fílmicas que se mueven en un plano muy convencional, a pesar de conseguir un logro en las escenas de acción y en el punto final, en el que parece haber despertado el cineasta de su fuerzas del mal, para adentrarnos en su particular mundo artístico situado entre metafórico surrealismo.

Hablando de conflictos, debí haber ido a ver “La banda nos visita” (Eran Kolirin), un enfoque más inteligente de otro conflicto interminable.