Quemar despues de leer
QUEMAR DESPUÉS DE LEER: Hacer el humor
Ya dijo Godard que hacer crítica de cine es hacer cine. También es cierto que no hace falta hacer cine para hacer crítica y que a veces no hacer (auto)crítica es no hacer cine. Parece complicado pero es tan sencillo como hacer lo que más nos gusta hacer, lo que mejor sabemos hacer o lo que hacemos para ser. Esta reflexión ad hoc viene por la comedia americana de estos últimos meses y la irrupción del sello de calidad en lo que hasta hace poco era trabajo basura. A mí no me extraña que ahora se reivindique Tropic Thunder por delante de Zohan, licencia para peinar ya que una es la reflexión intelectual sobre un hecho artístico y el otro es el hecho artístico en sí, en bruto, como no nos gustaba antes de que alguien dijera que nos tendría que gustar. Personalmente prefiero la reflexión intelectual para elaborar una película que las posteriores notas a pie de página de un émulo, por muy intelectual que nos pueda parecer. Prefiero Zoolander a Tropic Thunder, Zohan a Borat y Matrimonio compulsivo a Paso de ti. Prefiero hacer el humor que explicárselo a los amigos.
La nueva película de los hermanos Coen construye la risa pero no como un proceso referencial o posmoderno (¿poshumor?¿posteridad?¿posqueyolovalgo?) sino como la confirmación de un itinerario personal consolidado alrededor de los anillos genéricos que circundan su propia filmografía. Es decir, la risa construida con los mecanismos cinéfilos que siempre han utilizado para conformar sus películas, su discurso y su timing. Con pocos aditivos extracinematográficos, con pocas concesiones a la galería (de los Oscars) como en la anterior e impersonal No es país para viejos, con un cinismo insobornable y una visión nihilista para con cualquier organización que intente poner orden al caos irremediable de existir. El planteamiento es tan sencillo como cuestionar cualquier idea o lugar común, como no creer a pies juntillas en el diccionario, como desconfiar de cualquier nomenclatura. Los Coen se preguntan sobre la comedia y la respuesta no puede ser más dramática. Intentan hallar una definición certera y la única conclusión es que incluso la inteligencia (quizá más que nada o quizá) es relativa. Si un coche sale del punto A a 60 km/h y uno del punto B a 45 km/h nos tendremos que preguntar que qué tenemos que ver nosotros con esos dos coches. O por qué la B siempre va delante de la A o 45 es menos que 60 y 77.
Por eso Quemar después de leer es subversiva sin tener que apelar al Che Guevara o a despellejar a una paya en directo mientras los de marketing van llamando a las ambulancias. No. Los Coen prefieren negar desde el principio la naturalidad, el argumento o las interpretaciones (Tex Avery rules). Prefieren utilizar con sabiduría una puesta en escena esquizoide y un sentido del ritmo prodigioso que hace que a casi todo el mundo le parezca que los últimos 40 minutos de la película son lo mejor de la misma. Es una cuestión más cualitativa que cuantitativa y es una labor más de ingeniería que de acabado. Y de principios. Y por eso desde que comienzan los títulos de créditos saben torpedear la moral reinante (y la de la oposición) con un sentido del humor que nace de la falta del sentido (del humor y del otro) que se le intenta imponer a nuestro mundo. Los Coen utilizan el mismo recurso y se dedican a hacernos el humor mientras empezamos a temernos a nosotros mismos. Y a reírnos. Y a temernos. Y a reírnos de nuestro temor.
Publicada en www.miradas.net