Tuesday, March 11, 2008

¿Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos?

Déjate caer (Jesús Ponce, 2007)
Por Manuel Ortega

Tesquiya*

Si el cine español es una entelequia imaginaos lo que es el cine andaluz. Y eso que hace unos años salió una parejita (los directores d l multipremiado cortometraj Bancos) que prometía bastante, pero que de momento han demostrado que a veces el camino hace al caminante y no al revés. Amodeo se metió en líos y perdió el fuelle y la imaginación de Astronautas con la más convencional Cabeza de perro. Alberto Rodríguez hizo de la modestia su escudo en la pequeña pero efectiva El traje para luego endilgarnos la prefabricada y tramposa Siete vírgenes. Tuvo mucho éxito pero tampoco hablábamos de eso. Chiqui Carabante tras debutar con Carlos contra el mundo sólo ha podido realizar una interesante pero casi invisible tv-movie llamada Calles de fuego. Álvaro Alonso se dedica exclusivamente a la producción. Antonio Hens ha tardado tanto en debutar que casi ya no es joven promesa. Álvaro Begines no ha conseguido espectadores ni estrenando ¿Por qué se frotan las patitas? dos veces.
Detrás de este panorama y de unos mayores que van a lo suyo aunque a veces hagan interesantes incursiones en el mismo imaginario (me viene a la cabeza Furtivas de Miguel Hermoso y la inadvertida Cuando todo esté en orden de César Mtnez Herrada), Jesús Ponce, tras su debut en la admirable Quince días contigo, parecía presentarse como la alternativa con más continuidad y con menos pretensiones de trabajar con Juanjo Ballesta. Haber aceptado un encargo de género a pesar del deficiente guión proporcionado en la mediocre Squizo nos hacía albergar esperanza es una profesionalidad insobornable e inasequible al desaliento. Volvía a las plazoletas pero cambiando a los viejos y el jaco por los jóvenes y el litro. Una apuesta a priori interesante y que la emparentaba con el camino inverso que los uruguayo Rebella (qepd) y Stolz en sus magistrales 25 Watts y Whisky . De Jarmusch a Kaurismaki sin necesidad de pasar por casa. Ponce desgraciadamente va de Loach a Cattaneo pasando por dios sabe dónde.
El resultado final de Déjate caer es decepcionante porque no cumple ni mínimamente lo que parece que es su intención primigenia: una sátira de calado social con extraño acento periférico. Es decepcionante porque es roma y fea, porque no sabe captar la verdad ni la beldad de las cosas cotidianas y su aura. Es fallida porque se queda en la misma posición de la que se supone que los protagonistas huyen: el sitio habitual del conformismo de los lugares comunes. Posiciones, lugares, sitios, enemigos todo de cualquier tipo de movimiento, corriente o aíre fresco. Una pena pero ya sabemos que con palmera de chocolate las penas siempre son menos.

Ponce traiciona su ideario al vender su propio identidad por cuatro caras que no pintan nada dentro de lo que eran quizá los valores más poderosos de la propuesta. La credibilidad de lo que se nos presenta es discutible desde el momento que un hermano tiene acento catalán y el resto de su familia el de una barriada sevillana. Desde el preciso instante que aprovechando el tirón de Mortadelo pone un ratito en pantalla y en grande en el cartel a un padre increíble y con una pronunciación que tampoco se adecua al ámbito en el que se nos intenta retratar. Otro cantar es la rancia y superada misoginia de arriate que bascula en el desarrollo del relato: el deshumanizado comportamiento de la hermana de Grabi(sigue con el tío que casi mata al hermano), la prostitución disimulada del personaje de Isabel Ampudia, la infidelidad desnaturalizada y educativa de la panadera, el proteccionismo agresivo de la madre de Rober o el amor que nos adocena, controla y despersonaliza de la Sunci.

Si a eso le sumamos cierto gusto por el humor de trazo grueso construido por comparaciones dignas de peor Krispín Klander (no confundir con Crispin Glover), una planificación televisiva y cansina, una realización donde la imaginación está al servicio de lo que se dice por encima de la forma de contarlo y unas interpretaciones desiguales, nos encontramos con una panorama que no hace justicia a los que mucho esperábamos del director sevillano y que aquí muestra con cuentagotas (aunque lo muestra en algunos momentos sobre todo en lo referente al personaje de Nandi y su relación con el hijo de su vecina)
Al final paradójicamente es el gran Sebastián Haro, el libertario outsider de 15 días contigo, el que disfrazado esta vez de funcional trabajador de una ETT salva a Grabi de convertirse en un desgraciado desocupado el resto de su vida. Creo que no encuentro mejor resumen para esta breve crítica y la breve trayectoria de Ponce.


(*) Andalucismo que viene a decir “¿Te quieres ir ya?” que traducido resulta “No me engañes, anda”


Publicado en www.miradas.net

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

La has clavado con el título de la crítica. Es el resumen más preciso y justo que se pueda imaginar para la película. Lástima que sólo se entienda la verdadera dimensión del "tesquiya" de Despeñaperros para abajo... por más que se explique, el punto callejero de la expresión es indefinible.

Un saludo, y enhorabuena por el texto.

3:43 AM

 
Blogger El misionero said...

Gracias Doncecilio por la felicitación.

Tenía miedo a que no se entendiera pero no podía hacer otra cosa.Esa palabra (o locución verbal o lo que sea) se me instalo a la cabeza tras ver la peli y no se me fue hasta que no vi la crítica publicada.

6:10 AM

 

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