Friday, February 29, 2008

YO me voy a Caceres

Al festival de Cine Solidario Español invitado por un artículo que escribí para los amigos de Versión Original (http://www.rebross.com/resswork30/idioma0.html)

yo

Tiene el debut de Rafa Cortés el aire pútrido de las malas intenciones. Eso se agradece dentro del empedrado infierno de los buenos intentos baldíos del cinematógrafo patrio. Porque no está de más encontrarnos con un cine que hace reflexión sin hacer genuflexiones a teóricos impenitentes, que es intenso sin intensificar recursos externos y, por tanto, accesorios, que es hermoso jugando a un feísmo tan puro como las composiciones naturales de la isla mallorquina y la interpretaciones desprejuiciadas de su elenco secundario y aborigen. Que es Cine con mayúsculas desde un yo con minúsculas desnortado y taciturno que se esfuerza en hallar preguntas donde sólo hay respuestas meridianas. Porque ante todo y para todo, Yo es una película tan hitchcockiana como la sombra de su propia duda, como la psicosis de un hombre que sabía demasiado poco.
Hans es un jardinero que llega a una pequeña isla de Mallorca a sustituir a otro jardinero alemán que también se llama Hans. El juego de espejos (elemento que aparecerá en casi todos los momentos decisivos de la película, ya sea como espejo en sí o como reflejo en el fondo de un pozo) está presente desde la primera vez que el protagonista se queda solo consigo mismo y sus circunstancias. Nosotros tampoco sabremos adivinar en ningún momento si lo que vemos es lo presente o lo proyectado, lo que somos o lo que ven los demás. Lo que separa al Yo freudiano, egocéntrico y aspiracional del tú más común de las segundas personas.
Este es el enigma que nos propone Rafa Cortés, apoyado en la magnífica banda sonora de Óscar Kaiser, una indagación dentro del interior de una persona, tomada como juego que al mismo tiempo es metáfora de otros juegos basados en las apariencias, en las señas (de identidad), en la capacidad de hacer creer algo a los otros y de hacer creer que has creído lo que te han querido hacer creer. Y así como si de un laberinto o de un partida de cartas se tratara, ir descubriéndose a sí mismo en una transformación que está más cerca de la suplantación que de la metamorfosis. O al revés.
Porque en eso se basa todo descubrimiento: en la duda de ese mismo descubrimiento (como bien sabía el anteriormente nombrado Hitchcock, el siempre presente en este largometraje- como un quimérico inquilino- Polanski o el más profundo Verhoeven de Desafío total o El libro negro.) La cámara, y nosotros con ella, acompañará a Hans durante todo un trayecto donde los pequeños detalles son pistas en las que patinaremos hasta dar con una verdad tan absoluta como la mentira. Hans comprende que a veces las coincidencias son la causa que te empujan a hacer algo. Incluido a cambiar de vida aunque te sigas llamando igual. Que básicamente es lo mismo.
Rafa Cortés cohesiona los dos niveles de discurso (lo que se dice y lo que se calla) como si utilizara el espejo que devuelve o los naipes que esconden. La puesta en escena, las calles y la cuestas, las apariciones de Miquelet (excepcional Rafael Ramis) y la sensación de irrealidad que transmiten los acontecimientos y el comportamiento de los secundarios(1) forman la nebulosa por la que los fantasmas se ven de forma nítida. Hans comprende que muchas veces lo que nos pasa no es tan interesante como lo que les pasa los demás. Y se convierte en el fantasma de una vida truncada que tiene la posibilidad de volver a recomponer tras la imposibilidad de construir la suya. Hans se convierte en el remake con final feliz de una tragedia anterior. La comedia es tragedia más tiempo que no decía Woody Allen.

Encontrarse con uno mismo aunque no nos hayamos conocido nunca es lo que propone en esta magnífica y turbia ópera prima el debutante Rafa Cortes, un director que ha demostrado en una sola película que puede dominar, la comedia, la intriga, el terror y el drama sin dejar de ser un autor con un discurso tan original como sus referentes. Un cuestionador de espejos, un croupier sin mangas, un cineasta isla dentro de un panorama con demasiada agua, muchos tiburones y pocas identidades tan claras. O tan confusas.


(1) Se cuenta que Rafa Cortés no dejo ver el guión a los actores secundarios, lo que hace que la atmósfera irreal se intensifique notablemente.

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