Tuesday, August 26, 2008

California Dreamin'

CALIFORNIA DREAMIN: Lamento rumano




Es una pena que Cristian Nemescu se muriera tan joven y sin montar definitivamente este pifostio que lleva por nombre el titulo de una canción mítica de los inolvidables The Mamas and the Papas. También es una pena que Rumanía esté mal y que Nemescu esté muerto y que haya guerra y que haya gente que muera en esa guerra y en las otras (y en Rumanía). Es una pena que a veces el bosque no nos deje ver los árboles y los árboles no nos dejen ver los pájaros. Es una pena que los pájaros canten canciones que ya se han quedado viejas de tanto cantarlas. Es una pena pero hay que aceptar la realidad como aceptamos un no por respuesta o un ¿y si? por pregunta retórica.

Por eso es una pena que la carrera de Nemescu vaya a bascular per secula seculorun entre el no de su continuidad y el condicional de su talento, entre la parca realidad de su clausura y la indefinida inconsistencia de su (no) completitud. En definitiva, entre lo que nos podía dar y lo que finalmente nos dio; entre lo que él quería ofrecernos y lo que se nos ofrece. Porque juzgar la obra de un autor inacabado por un montaje sin terminar no es del todo justo y es una pena. Pero es lo que nos trae Eurocine y lo que se ha estrenado e incluso lo que, sin recortar, ganó un premio sobrevalorado en un festival que está deviniendo en más cinematográfico que sus películas.


Por eso es una pena decirlo así pero quizá no haya otra forma: California dreamin es una película mediocre o fallida, convencional o fallida, kilométrica o fallida, fallona o fallida. Irresolublemente lastrada por su naturaleza “non nata” y por su presentación desaseada y torrencial. Fallida. Ya vista, convencional en su desarrollo marciano y telúrico, además de por su barroquismo pop extremadamente sofisticado, dentro de un sucio costumbrismo de límpida galería cool de nuevas tendencias. Como la Isabel Coixet rodando un anuncio de Casa Tarradellas o Almodóvar intentando comprar chopped en Dean & Deluca. O algo así para que se hagan una idea (aunque sea fallida).


Como un Kusturica sin ritmo o un Gatlif sin gitanos, el filme de Nemescu se precipita (se preocupa, se apoltrona) en la búsqueda de una voz personal dentro de una jaula de grillos haciendo playback, en la frenética huida hacia el sol (que más calienta) dentro de un cine europeo que no puede hacer frente a su propia naturaleza sin replantearse a cada jirón sus referentes esenciales. Como pasa a menudo, se hace pasar por realidad el tímido reflejo de su traslación cinematográfica, se toman como ciertos, estereotipos, como vida, lugares comunes y como originalidad, variaciones. Nemescu además cae repetidamente en estados carenciales narrativos, acuciados además por una puesta en escena esforzada pero anquilosada en banales esquemas visuales “a-contra-corriente”, que retardan, empantanan y desincentivan el innegable interés de sus bienintencionados planteamientos argumentales. Sus premisas quedan diluidas en la caracterización de unos personajes que nunca parecen personas o por exceso (Doiaru, el alcalde o el capitán Jones) o por defecto (Monica, David o Despina), en la repetición verbal de muchos de los episodios que vemos (la elipsis brilla por su ausencia) y en la utilización guadianesca (y caprichosa) de elementos fundamentales como la lucha de clases, la historia de Rumanía o el conflicto de Kosovo.


Pero es una pena que no podamos saber hasta donde hay de boceto en la obra final. Pero más pena es que Nemescu muriera en un estúpido accidente (el taxi donde completaba un corto trayecto, junto a su técnico de sonido, fue arrollado por un Porsche a 113 km/h conducido por un inglés borracho por las calles de Bucarest) que cortó de raíz una prometedora carrera de la que sólo queda un trabajo por terminar, vendido como una obra para ser premiado. Un trabajo que necesitaba un hervor más de esos que se dan en las salas de montaje con la supervisión de su creador.

Publicado en www.miradas.net

0 Comments:

Post a Comment

<< Home