Munich
La sangre en la sangre.
ADVERTENCIA
No es Munich una película recomendable para los que les gusta el cine en blanco y negro en color. No es recomendable para los que creen que Spielberg es un tibio, un bobalicón y un ganapán. No es recomendable para los que tienen prejuicios, para los que quieren aparentar parecer o para los que aparecen para aparentar. No es recomendable para los que no se quieren dejar recomendar. No lo es para los tibios ni para los que poseen la verdad absoluta, la certeza definitiva, la razón y ya está. Lo es para todos los demás. Los tibios pueden pasar a leer libertad digital, elpais.es o el blog de mi prima (www.corazondenacar.blogspot.com) Pero hoy hablamos de cine político de calidad, de cine de calidad y de cine.
FIN DE LA ADVERTENCIA
Munich se enmarca en la delgada línea roja de la incomoda disyuntiva de glosar algo que pasó no hace mucho y las consecuencias de ese algo hoy en día. No estamos acostumbrados, lo sé. El pasado es pasado y de eso no se habla. El presente no existe y para inventárselo ya están los telediarios. El futuro es una guerra donde los buenos siguen siendo los buenos y los malos son muy malos. Por eso no es algo que sea muy habitual en estos tiempos en los que se lleva Troya, El rey Arturo, Alejandro Magno o El reino de los cielos, por ejemplo. Pero Spielberg, uno de los directores más valientes de los últimos tiempos, coge al toro por la cabeza (y deja a todos los títeres con sus cuernos) en esta película de difícil digestión e imposible olvido. El mal por el mal no es como el menos por el menos que da positivo, sino todo lo contrario que tampoco es lo opuesto. En estos días de navidades de T4 donde dos personas inocentes (¿por qué ese empeño de llamarlos ecuatorianos?)han sido asesinadas en terribles circunstancias, eso ya lo sabemos y nos hace más daño que el mazapán adulterado, comprar regalos el 5 de enero o empezar otro año que no parece ni nuevo. No hay nada que sorprenda bajo el sol (ni la media luna) sino lo de siempre: que el odio engendra odio y la violencia genera violencia. Como en Mystic River y su final, en el que el hijo de Tim Robbins mira en la cabalgata al hijo (¿o era a la hija?) de Sean Penn para que la historia se repita (el conocimiento de la historia nos condena a repetirla, era así, era así), la sangre derramada convierte a personas en vampiros que estarán condenados a la estaca o a convertir en vampiros a los que entren en contacto con ellos.
Y Spielberg eso lo sabe y como sí de un Van Helsing contemporáneo se tratara, nos presenta su libro de conjuros, remedios y hechizos en esta obra maestra (lo decimos ya) capital y paradigmática. Entre Frankenheimer y Lumet pasando por Pontecorvo y Rosi (no sólo es el ambiente europeo sino su progresiva europeización), Steven despliega su capacidad para aunar discurso y voz en un mismo registro repleto de matices. El batallón de la muerte, el grupo salvaje, los cinco del patíbulo, ejecutan al principio con torpeza y frialdad a los presuntos sospechosos e instigadores de la matanza olímpica. Spielberg ejecuta hasta el final con maestría, y algo que late por debajo de cada fotograma, cada una de las “set pieces” que conforman la misión. Francia, Italia, España, Israel, etc... representan cada etapa sangrienta y, al mismo tiempo, una pequeña película tras otra dentro de una gran película. La planificación de cada asesinato es diferente y enriquecedora. El crecimiento como asesinos de cada uno de los componentes en cada episodio, se puede interpretar como el propio crecimiento del cineasta en la puesta en escena de cada uno. Ese crecimiento va haciéndonos pasar del nerviosismo de la primera misión hasta la rapidez y frialdad de los últimos. Mención aparte merece ese interludio holandés en el que ejecutan a la hermosa asesina a sueldo. Apenas hay palabras, hay profesionalidad, celeridad y precisión. Y un cadáver desnudo, impúdico, abandonado a su muerte, que se sobra para mostrarnos que esos hombres ya son vampiros, que sus conciencias parecen quesos de gruyere y sus convicciones más poderosas se han convertido en convecciones, rutina y sombra. Y eso que quizá es la escena más luminosa de toda la película de largo. Las oscuras son en las que los vampiros cuentan ataúdes para no poder dormir. La conciencia, la perdida de ella, el descubrimiento de ella, ella y sus circunstancias. Los remordimientos quise decir.
Spielberg sabe que es cuestión de sangre. Y no de la judía o la musulmana, sino de la derramada. Y de la que hierve por derramar la del que derramo la de tu hermano. El concepto de la venganza y de la tempestad antes que la calma y del huevo antes que la gallina y del ocupamiento antes que la olimpiada y del éxodo antes que el ocupamiento y del... Y así hasta el premundo y el primer asesinato por un quítame allá ese monolito.
Lo que mal empieza nunca se acaba. Lo que empieza bien se acaba bien, pero se acaba. El final de Munich es para quitarse el cráneo. Avner (Eric Bana) ya vive en EEUU, temeroso día sí y día también de la seguridad de los suyos, y tiene un encuentro en un parque de Manhattan con Ephrain (Geoffrey Rush.) Avner, intentando arreglar todas las cosas que ha ido estropeando a lo largo de su vida, le ofrece su mano a Ephrain por la concordia. Ephrain que sólo entiende el “conmigo o contra mí” se la rechaza. Cada hombre se aleja por una lado de la pantalla para seguir con sus historias. La cámara se mueve lentamente por la pantalla hasta que se detiene para enseñarnos dos majestuosas torres gemelas. Entonces los títulos de crédito y un sudor frío. Y la certeza de que quizá no nos hallamos ante uno de los mejores narradores del cine actual, sino ante el mejor. Ese final resume toda la tesis que se ha expuesto a lo largo de todo el filme y eso es el lenguaje cinematográfico en su máxima extensión. Esa escena es la sangre en la sangre, la muerte de la utopía, la desconfianza, la desazón, la traca final de este impúdico (y ad eternam) baile de metralletas. Y sin una puta bala, sólo moviendo la cámara.
(Publicado en Resumen del 2006 de www.miradas.net)
6 Comments:
Pues si...
3:14 AM
Suscribo todas y cada una de tus palabras
6:37 AM
Tanto homenaje a los 70, debería haber sido la banda sonora de Bony M
10:17 PM
Cierto que es un peliculón, pero a mí el final no me llenó como a ti, tal vez tenga una infantil visión de la vida, pero esa sensación de que su alma jamás vivirá en paz me horroriza...
Un beso.
10:27 AM
En la advertencia deberias haber añadido que en tu magnanimo post revientas el final de la peli.
3:08 PM
Mujer que salió de la tarta, el artículo está escrito un año después de que se estrenara la peli. Como dicen los niños de mi pueblo "el que no se ha escondío, tiempo ha tenío"
5:30 AM
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