Ojos cerrados de par en par
Eyes Wide Shut
La verdad sobre perros y gatos
Y al final llegó el final cuando menos se lo esperaban. Stanley, el gran Stanley, dejaba de respirar un domingo de marzo en su casa de Childwick Bury. Y nos dejó una última obra que a las incógnitas propias de la genialidad intrínseca al ya orondo autoexiliado, se les unían las incógnitas de no saber que hubiera cortado o de que si ese final tan explícito y deslenguado era el que él había elegido para concluir su película. Pero así concluyó su carrera con un “Vámonos a follar” que como resumen vital no está tampoco nada mal. Aunque ciertamente está lejos de la trascendencia que Paul Schrader concedía a Yasujiro Ozu, Robert Bresson y Carl Theodore Dreyer (1) y que casi todos concedemos a Kubrick. Y aquí en Eyes Wide Shut, no sé si por motivos personales o por motivos universales, es donde más trascendencia le veo a este director del que me apasionan sus filmes más pequeños y de género por su complejidad genuina (la narratología de Atraco perfecto/The Killing, 1956, la manera de rodar de Senderos de Gloria/Paths of Glory, 1957, el ritmo de Lolita, 1962) y me aburren sus filmes aparentemente más complejos por su vaciedad y discreción intelectual (el didactismo demodé de La naranja mecánica/A Clokwork Orange, 1971, la abrumadora información superflua de Barry Lyndon, 1975, la ingenuidad farragosa de 2001: Una odisea del espacio/2001: A Space Odissey, 1968) (2). Y parece una herejía o un esnobismo o una manera de tocar las pelotas que alguien consideré su última obra como la película más rica, profunda y exquisita que rodara, pero me parece más hereje, más esnob y más tocanarices esa corriente inexplicable, incomprensible para mis limitadas entendederas, que trata de descalificarla caprichosamente, de no reconocer a su director en ella, de considerarla como la peor de su filmografía, como una guinda podrida en su fabuloso pastel. Dicen que el tiempo da y quita razones pero seguramente no estemos aquí para comprobarlo. Así que todo esto es baladí. Vamos con la película que es lo que nos interesa.
Eyes Wide Shut es el proyecto por el que se decantó Kubrick tras su parón más dilatado, quizá por recomendación de la Warner que había alcanzado el sueño dorado de juntar a la aparentemente feliz pareja formada por Tom Cruise y Nicole Kidman en una película sobre una pareja aparentemente feliz. Pero Dios (o el Diablo) tiene estas cosas de jugar a su antojo con los designios y los deseos ajenos y que mejor demiurgo que Kubrick para suplantarlo detrás de la cámara. Aunque él estaba más inclinado por volver a rodar una película de tono fantástico tras la oferta de dirigir Entrevista con el vampiro (Interview with a Vampire, Neil Jordan. 1994) (3) creyó que ésta sería una gran oportunidad para volver por la puerta grande. Lo que él no sabía es que sería su salida. Por la puerta grande, eso sí.
Nos encontramos ante la adaptación de la novela "Relato soñado" escrita por el médico vienés Arthur Schnitzler, discípulo aventajado de Sigmund Freud y Ernst Jung en el análisis de los resortes que mueven, remueven y promueven la sexualidad entre los hombres, las mujeres y sus circunstancias. Ácida, pesimista decadente, punzante, decididamente desoladora, esta pequeña gran novela fue adaptada con convicción, y con mirada precisa de entomólogo, por un Kubrick tan minimalista como siempre, tan convencido del material que tenía entre manos como de costumbre. Además, y esperando que sirva de precedente, Tom Cruise está creíble y sabe transmitir con la mirada, con las manos, con la forma de andar, el demonio de los celos que lo posee inevitablemente a lo largo de toda la película. Su interpretación es convincente y para nada histriónica como sí lo era, hasta decir basta, en su actuación más celebrada, la insoportable creación del gurú Frank T.J. Mackey de la por otra parte muy interesante Magnolia (Id, Paul Thomas Anderson, 1999). Su ex-mujer, la cada vez más guapa y mejor actriz, Nicole Kidman también sabe transmitir con solvencia esa mezcla de honestidad orgullosa y de culpabilidad injustificada que la confesión de sus deseos más íntimos le confiere. Su marido parte en busca del orgullo perdido mientras que ella, que lo sabe, se queda en casa conservando algo que ya su partenaire ha extraviado con su partida: la dignidad. Así Schnitzler, Raphael (el guionista, no el cantante) y Kubrick muestran las diferencias insoslayables entre hombres y mujeres: la verdad sobre perros y gatos.
Una imagen imaginaria, valga la redundancia, atormenta la conciencia de Tom Cruise y hace tambalearse toda la realidad (¿real?) construida a bases de estudios, trabajos y dinero. A lo largo de la película se demuestra como lo irreal puede con lo tangible, como los deseos baten a las certezas. En esa imagen en sepia que a veces se le aparece en el taxi o en el trabajo y en la que se ve a su mujer retozando con el oficial de la marina en la que suponemos que fue la cama en la que el matrimonio fornicó en sus vacaciones (que curiosa son las cosas de los celos y la masoquista martirización a la que los humanos somos tan propensos en general y los hombres en particular) se resumen todas las pulsiones que hacen desarrollar la enfermiza trama de un aparente doctor. Estoy con Hernández Les (4) en que hubiera sido mucho más atractivo que la imagen que se repitiera como obsesión fuera la del sueño de Kidman con 200 tíos y no esas con un oficial que parece sacado del ya desaparecido programa televisivo, por fortuna, Uno para todas.
El paso a thriller con un despistado aspirante a detective que va mostrando a diestro y siniestro su placa de médico como si de la de un policía se tratara y cuyas pesquisas siempre van atrasadas irremisiblemente, dio a Kubrick la oportunidad de la trasgresión genérica de la que siempre gustó hacer gala. Aunque cierto es también que quizá aquí es donde con casi toda seguridad él hubiera variado cosas en el montaje al que por esa muerte repentina no le dio tiempo a acceder. El halo de misterio y de culpabilidad zarandea aún más al incauto JASP/WASP que si lo llega a saber no le hubiera pillado la marihuana a su mujercita. Todo parece un sueño, una pesadilla pesada y en espiral que va complicando la apacible vida burguesa de manera ininterrumpida para solucionarlo luego de una tacada. Como casi siempre pasa en los sueños. Y en la vida. Y en las películas.
Pero acudiendo al título de la novela en muchos momentos al ver la elevada complejidad que va adquiriendo el desarrollo podemos pensar que todo se va a solucionar como si de un mal cuentista se tratara: con Cruise despertando en la cama y Kidman aligerándole para no llegar tarde a la fiesta de Victor Ziegler (un Sidney Pollack que sustituyó a un hastiado Harvey Keitel, y que por lo visto era una imposición de la Warner para que vigilara el trabajo de Kubrick). Pero por suerte y por la calidad insobornable de su director esa sensación es despejada.
Sobre la polémica del final yo no puedo decir que fuera el elegido por Kubrick pero si puedo apuntar que creo que es muy acertado en esa vuelta a la normalidad, a la realidad “real” y burguesa de esa familia aparentemente feliz a la que un terremoto interno e “irreal” (¿?), que deja algún daño colateral en la población civil más cercana al lumpen (5) sin esas casas de diseño tan protegidas y tan protectoras, ha estado a punto de condenar a la disolución. Unos grandes almacenes repleto de juguetitos caros y con una niña inocente ajena a los turbulentos últimos días de sus progenitores, reflejan muy bien que todo se puede solucionar yéndose uno de compras. Y después a follar, esa llamada a lo animal para erradicar las enfermedades de lo racional que no sabemos si arreglará o no todo lo estropeado los últimos tiempos. Al menos un ratito sí lo arreglara, supongo. Aunque conociendo la naturaleza del hombre y la adhesión de los celos en la memoria de éste ese final aparentemente optimista se verá trocado con casi toda seguridad en cuanto Cruise en pleno acto sexual pensara en lo que podría estar pensando su compañera. Ay.
La muerte de Kubrick hizo que la expectación de gente que incluso jamás había oído hablar de este hombre se disparara hasta extremos insospechados. Incluso en Italia superó en la primera semana de exhibición a la entonces muy de moda La amenaza fantasma (The Phantom Menace, George Lucas, 1999) haciendo de Kubrick el autor comercial que él nunca aspiró a ser. Si repasamos su obra y sus cifras tampoco podemos considerarlo veneno para la taquilla precisamente, pero nunca podría haber imaginado esas cifras con una película de un argumento y de una realización tan alejada a los gustos de los devorapalomitas.
Quedan guiños a otras de sus películas: la pareja con vástago en plena enajenación del padre (El resplandor/The Shining, 1980), padre e hija que pueden que no lo sean (Lolita), fiestas suntuosas (Barry Lindon), sociedades secretas (La naranja mecánica) y el poder inapelable de los de arriba (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú/Dr. Strangelove or..., 1964, Senderos de gloria).
Y queda la última obra de Kubrick y una de las más bellas, una de las más profunda y, si hacemos caso a uno de sus colaboradores, la favorita del propio Kubrick. Un broche de oro para una carrera no tan perfecta como muchos piensan, pero sí tan importante para la historia del cine como estos mismos defienden.
(1) SCHRADER, Paul, El estilo trascendental en el cine. Ozu, Bresson y Dreyer, Ed. JC.
(2) Escribo este artículo mientras escucho Yo quiero tener un millón de amigos de Roberto Carlos. Pero creo que ni por esas.
(3) Que no le apasionó pero que despertó nuevamente su entusiasmo por uno de sus géneros más caros
(4) HERNÁNDEZ LES, Juan Antonio: Confesiones de un crítico de cine, Ed. JC
(5) La puta en la morgue.¿El pianista en Seattle sólo con un ojo morado?
Manuel Ortega
5 Comments:
Peazo de crítica qué te has marcado. Interesante la película, a diferencia de ti no me gusta nada Kidman en este trabajo...
Para eso están las mujeres o eran los colores...
Besos.Adiós.
8:15 AM
Vaya texto, joder, te sales, Lolito, te sales.
Además ya sabes que esta película, desde que la vi en el cine, me hechizó de una manera malsana y deslumbrante. No hace mucho la volví aver (¿la cuarta? ¿la quinta vez ya?) y, la verdad, cada vez me gusta... más.
Y cierto: ver a la Kidman (también me gusta más vada vez)retozando en sueños con una jauría hubiera sido mucho más electrizante y coherente (o al menos menos cursi) que verla en brazos de ese guapito y absurdo militar.
2:10 PM
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