Wednesday, August 11, 2004

Spiderman 2


SPIDERMAN 2

Manuel Ortega

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Ya no quedamos héroes


A mi esto de los superpoderes como que no me los creo mucho. Tienes que tenerlos y tienes que saber utilizarlos en el momento preciso sin dañar a ningún inocente viandante. Demasiada responsabilidad para alguien que no es capaz de llevar una pizza en el tiempo marcado por una estúpida promesa. Demasiada responsabilidad para alguien que se tiene que quedar un fin de semana trabajando para buscar un buen slogan contra las almorranas. Demasiada responsabilidad. Tanta como adaptar una obra del calibre y la fama de Spiderman teniendo como supervisores a un jurado tan “especial” como los devoradores de comics. Puristas, excesivos, megalómanos en su mayoría. Insobornables.
Y yo, que esto de los comics como que no, y yo que en esto del cine sin prejuicios (ni buenos, ni malos, ni de lectura ni de oídas) como que sí, he disfrutado como desde hace tiempo (justamente desde la comunión con la maravillosa Master and Comander meses ha) no lo hacía. Porque todo lo malo que tenía la primera entrega, toda la mitología infantiloide, toda la parafernalia freak de un Raimi en horas bajas, que consiguió que ni partidarios del comic ni los que desconocíamos la fuente original disfrutáramos más allá de un par de escenas fabulosas, ha sido sublimado en esta segunda parte. Nadie quedó contento con aquella, ni con su estructura deslavazada, irregular y decreciente. La parte humana quedaba ahogada entre 3d y previsiblidad, la parte heroica era chata y repetitiva.
Spiderman 2 es otra cosa, es un espectáculo mayúsculo, es una reflexión sobre los actos del uno y la respuesta de la colectividad, es cine social que ya quisiera rodar Loach, es ingeniería, arquitectura y malabarismo. Es la mejor película basada en un personaje de comic si nos atenemos sólo a lo que hay que atenerse: sus valores cinematográficos. Y de esos aquí hay para escoger.
El autor de Posesión infernal y Darkman parece que se deshace de su propio disfraz de superdirector y vuelve a ser el irreverente, el sarcástico l'enfant terrible que nos cautivara con sus primeras películas. Ya no se encuentra atenazado, parece que ya no le importa extrapolar su mundo personal al de un Stan Lee del cual no está tan alejado. Escenas como la de Spiderman bajando en ascensor con el disfraz puesto y con un acompañante que le haces pregunta sobre la sisa y la entrepierna o la parte en la que Peter Parker decide ser simplemente Peter Parker son de la Casa Raimi. La utilización maravillosa de Raindrops keep falling on my head de Burt Bacharah puntea los parajes más divertidos de la película donde los dos hombres y un destino del filme original se transforma en un hombre y dos destinos tras la consecuente reflexión e inflexión.
Todo héroe necesita villanos para dar sentido a su labor. Yo tengo a Almodóvar, Von Trier o Sokurov, Peter Parker tiene también a pérfidos contrincantes. En este caso al Doctor Octavius, magnífica simbiosis del bien y del mal y de la dependencia indeleble entre estas dos caras de una misma moneda. El bien es dominado por el mal utilizando resortes tales como la vanidad, el poder, la victoria o la venganza. El mal está dominado por el bien por los mismos resortes pero de otro modo. De un modo más perverso. Por eso se hace llamar bien. Alfred Molina compone a este contradictorio villano con talento y convicción. Tal la inquietante pero excesiva y caricaturesca interpretación de Dafoe en la primera entrega, Molina sabe conjugar la bipolaridad comentada con la humanidad del monstruo, con la monstruosidad del humano.
Seguimos con el tema del doble. Larry Franco sigue estando horrible tanto cuando aún no sabe quien mató a su padre como cuando lo sabe, a Kirsten Dunst no hay quien se la crea como gran actriz de teatro, pero si lo hace bien de eterna vecinita de al lado, cándida y candente al mismo tiempo. Maguire se sale en su doble papel. Como paria desheredado, arruinado y torpe no tiene precio. Como superhéroe, con dudas, nos acerca al compromiso constante de actuar por encima de uno mismo cuando la ocasión lo requiere. El momento en el que ambos afluentes llegan al mar conforman el mejor momento de la película. La escena del tren será inolvidable para todo aquel al que el cine le guste. La solidaridad vuelve a colocar este filme en el ámbito de lo social. Tranquilo Peter, nadie sabrá que eres Spiderman.
Todo lo demás es coser y cantar. Tejer la red y dejar después que los espectadores saltemos en ella como si de una cama elástica se tratara. Sam Raimi ha vuelto y ha vuelto con su mejor película. Los aficionados al séptimo arte estamos de enhorabuena.