Tuesday, May 29, 2007

Zodiac

ZODIAC: Buenos tiempos para la narrativa


Fantástico año para los amantes del cine clásico hecho hoy en día. Magnífico, excelso, insuperable. Mientras nos llegan viejos cuentos en formato nuevo y los buscadores de oro siguen intentando encontrar un sucedáneo donde les dice el mapa, los demás nos ponemos las botas sin muchas ganas de morirnos en el intento. Porque la pantalla fluye (libre y salvaje como ella sólo lo sabe hacer) y la cartelera nos invita a seguir soñando con ese lenguaje artístico que es compendio de toda las artes y todos los lenguajes. Limitar su capacidad a unas cuantas vocales (o consonantes, lo mismo me da) me parece el asesinato despiadado e irresponsable de un sistema de comunicación que siempre ha sabido llegar más lejos por la riqueza y variedad de sus propuestas y por la valentía y las diversas personalidades de sus promotores. Negar la existencia del otro no es otra cosa que negar la existencia de uno mismo por incapacidad, cortedad de miras o miedo. O las tres cosas juntas. Pero nosotros a lo nuestro que es escribir de cine y disfrutar de momento del “rashomoniano” díptico bélico de Eastwood, de la fabulosa revisitación del cine de aventuras de Gibson, del placer de la narración lineal y despojada de clichés de Verhoeven (tal como el año pasado lo hizo Clooney de Buenas noches y buena suerte), de la pureza envenenada casi scorsesiana de de Niro de El buen pastor o de la sensacional confirmación de que Fincher es uno de las cineastas mejor dotados para llevarnos de la mano por un contexto histórico y social que no habíamos vivido nunca hasta que en aquella sala se apagó la luz.


Zodiac es cine clásico hecho con conciencia de clásico que no quiere esconder en ningún momento las reglas del juego, sino que las sublima con su propia exposición pública. Fincher quiere contarnos una historia y la empieza por el principio y la termina por el final. Así de sencillo. Comienza como un swing de los años 60 con sus vestidos, sus peinados y aquel extraño ritmillo, y acaba en el 2007 con un caso que aún no se ha cerrado. Y pasa por Nixon, por Harry el sucio y por los sempiternos ochenta. Y pasa por pruebas que no lo son, por pistas que no se ven y por nuevos caminos que llevan hacia el mismo sitio. Toda una declaración de principios que no tiene nada que envidiar a la bíblica y culpable Seven ni a la anarquista y ambigua El club de la lucha. Y que tampoco se queda lejos de la ludopatía y sus mecanismos e instrucciones de The game y La habitación del pánico. A Fincher le gusta jugar y construir cada vez de una manera diferente con su juego. Zodiac es un Tetris donde a ratos aparecen piezas que nunca habíamos visto y donde cuando se consigue que todo encaje, alguien, la lógica, la burocracia, las reglas (del juego), lo hace desaparecer.


Así es Zodiac, un impresionante ejercicio que se divierte y se hace grande construyéndose poco a poco a sí mismo. Un preciso artefacto que desgrana con talento y vinagre lo formulario y lo abisal de cada proceso de recreación, que como su propio nombre es creación dos veces: la del guión y la del realizador, la del asesino Zodiac y la de Toschi, Graysmith, Avery y Fincher. El placer de reinventar, de hacer tuyo, de pasarlo por tu impresora. De contar una anécdota, de escribir una crítica, de hacer una película. El guión a veces viene dado y la adaptación es un arte que Fincher controla como pocos realizadores en estos momento. Su estilo es la adaptación a cualquier estilo. Lo que otros llamarían “no estilo” y que yo prefiero nombrar como “estilón” o “estilazo”. O como les vengan a ustedes en ganas llamarle.


A parte de una reflexión sobre la creación y sus intrínseco carácter lúdico, la última película de Fincher es un cántico excesivo y desesperanzado, casi tarkovskiano, a la quimérica busqueda de la Verdad, así con mayúsculas y con v, y sus provincias menores. Por supuesto, no la encuentra aunque el personaje principal si cumple lo que promete en la estupenda escena de la tienda en los años ochenta. Tan alucinante como la planificación de cada asesinato. Tan prodigiosa como el pasaje del terror que es un sótano, un cinéfilo y un espejo que refleja antes su versión de los hechos que el propio hecho en sí. Tan necesario como cada uno de los minutos de cada hora. Tanto como saber que la creación es en el cine recreación
o viceversa y el texto (en pantalla) es contexto y todo lo demás.

Aparecida en www.miradas.net