Sunday, August 28, 2005

Hay cineastas que oyen campanas

Sigo con la recopilación de mis antiguos artículos cinematográficos. Hoy toca la sesión "Haciendo amigos"

ROMPIENDO LAS OLAS
(Breaking the Waves, 1996. Lars Von Trier)
Por Manuel Ortega


Sobre la existencia de la mentira parcial (o algo así)



Hay cierta corriente, siempre ha existido, ha estado allí, nos acompañará, vivirá con nuestros hijos, criará a nuestros nietos. Hay una corriente que nos arrastra y que en los momentos críticos se convierten en olas formadas por exnovias, cadáveres de mariposas y mails contaminados. El arte puede ser un buen rompeolas, el cine una buena coraza impermeable ante su hálito y su bilis, un agujero húmedo que nos resguarde y nos proteja. Existe cierta corriente y siempre existirá, se asentará, se reproducirá y vendrá con mas huestes a por nuestras piezas de pan. Pero que existan no quiere decir que existan, que habiten no quiere decir que vivan. Lo sentimental es otra cosa, el amor es otro milagro, la verdad otra mentira, tu y yo, lector, lectora, elector, electora, abstencionista, abstemio, Tamayo, Saez, Von Trier, Balbás, lo sabemos realmente. O deberíamos saberlo.

A lo largo de la historia del arte se han inventado desde las vasijas a los replicantes, desde Ulises a Wu Ming, como no se iban a inventar la inveterada pasión por la pasión “fou” y todo los aderezos (¿ardides?) que el arte y sus artistas gustan utilizar. Es lo que hiere porque nos han enseñado a que eso es lo que hiere y que esas son las grandes pasiones simplemente porque su capacidad para vender es mucho mayor, inmensa, enorme. Casi todos los mecenas murieron ahogados en maravedíes.

No sé si me explico, no sé si me entienden. Más o menos que hace tiempo que deje de creer en cierta base argumental que habla de sacrificios idiotas, de amores vulgares elevado a lo extraordinario mediando explicación o creencia (lo único que no necesita un amor), gente con grandes principios y tristes finales, carnaza para almas cándidas, viagra para mentes atormentadas.

Y es por eso, y por otras cosas más, que la historia de esta mujer casada y mártir ni me casa ni me mortifica el corazón como parece que es el sentido último y principal de su existencia. Ese periplo tormentoso de raíz conservadora, de desarrollo sicalíptico y de final bíblico me deja tan indiferente por dentro como turbado por fuera, sobre todo si por fuera hay un cine repleto que se inunda de lágrimas con esta historia artificial, tramposa e inefable (¿habrán reenvíado el mail de Amina Lawal?, ¿se habrá enterado alguno que la lapidan?). Cuestión de gustos, supongo, pero casi más de gesto, me temo.

Pero si ya lo argumental me rechina por su sentido del oportunismo, su predisposición al exceso como reclamo no como filosofía, su religiosidad demodé y populachera, su falta de originalidad seminal y la, ya comentada, utilización de un ardid viejo como el tiempo y caduco como los yogures que tiene su móvil en un conjunto de lugares comunes ensalzados por lo que se conoce de manera equívoca e interesada como “poético”, más me rechina aún todavía, si cabe, su apuesta estilística y formal.

Respecto a este tema no estaría mal recordar que Lars Von Trier junto al alumno más aventajado de la Escuela de Cine Danesa, Thomas Vinterberg, se reunieron el 13 de marzo de 1995 para escribir las reglas del que se dio en llamar “Dogma 95”. Este hecho, pretencioso ya en su cronología al hacerlo coincidir con los 100 años de cine, no pretendía otra cosa que dar un vuelco a la corriente dominante en la cinematografía actual y rescatar al séptimo arte, según palabras del propio Von Trier, de «un cine reo del artificio ilusionista, del espectáculo narcisista y de la acción superficial.» Realmente lo que parecía esconder este tratado, en un principio aparentemente humilde y que apostaba por la sencillez, era, a tenor de las declaraciones o “manifiestos de intenciones” de este director, asentar bien sus pies en los pedestales de los más grandes del cine pero por la vía del rupturismo y la llamada de atención. Algo así como lo que consiguió tanto el Neorrealismo en los años 40 y la “Nouvelle Vague” en los años 60.

Pero dirigiendo o presidiendo, mejor dicho, cada uno de usos movimientos se encontraban dos rupturistas de verdad que lo hacían utilizando elementos cinematográficos para engendrar una nueva manera de hacer cine que creó precedentes revolucionando la concepción que se tenía de tan joven disciplina, no tomando de aquí y de acullá para formar algo que no es auténtico rupturismo como no es humano auténtico el monstruo de Frankestein.

Roberto Rossellini y Jean Luc Godard influyeron y siguen influyendo en generaciones y generaciones de cineastas. Al movimiento dogma lo sigue gente como Juan Pinzás, director español que aunque filmara cien películas no conseguiría ni una secuencia merecedora de atención. De momento ambos inventores se han acogido nuevamente a los pecados que rechazaban en su escrito. Personalmente no tengo nada en contra de ese movimiento mientras sirva para hacer buenas películas (algunas hay) ni nada en contra ni de Von Trier que me parece un director hábil e interesante siempre que el proyecto y su egolatría (sobre todo ésta, ¿se acuerdan de Ken Russell?) no le superen, ni contra Vinterberg cuya única película vista me parece más que estimable. Lo tengo en contra de los dogmas de cualquier tipo y contra los grupos reduccionistas y miopes. Tanto el Neorralismo como la “Nouvelle Vague” fueron movimientos de apertura y de democratización del cine, matiz este del que dista mucho el movimiento pelín sectario, pelín elitista de estos dos daneses.

En cuanto a la apuesta cinematográfica de Rompiendo las olas no podría encuadrarse en Dogma 95 porque se salta alguna de las reglas (coloreado digital, fragmentos musicales) y porque su intención aparentemente naturalista, su intento de mimesis con el documental con la cámara en mano, el granulado desproporcionado de la imagen y sobre todo la inexistencia de puesta en escena propiamente dicho o el enmascaramiento deliberado de ésta, cantan demasiado a irrealidad, a artificio. En casi todas las escenas hay saltos de raccord e improvisaciones que intentan dar una sensación de cercanía, espontaneidad y novedad a cada plano. Pero cualquier aficionado con conocimientos mínimos sabe que esto ya estaba inventado y hecho con mayor efecto dramático y narrativo en el anteriormente nombrado Godard o en el hoy olvidado, pero determinante para el cine independiente y por lo tanto para el cine, John Cassavettes.

Sus movimientos de cámara acaban por aburrir, las escenas “duras” están sobreactuadas y Von Trier se encarga del siempre molesto subrayado enfatizante de lo que él piensa rasgos definitorios, marcas de autor, muestras de estilo. Llega un momento en que si no has conectado con el argumento desde el principio y poco a poco te ha ido molestado también el tonillo de superioridad en su narratología no te queda otra que salirte del cine a coger el último autobús. Eso fue lo que hice. Así con esa carencia vote a esta película (yo confieso) como una de las más sobrevalorada de los noventa. Ayer la vi entera. ¡Oh my god! me había perdido el milagro, ese elemento primordial que la emparienta con Dreyer. El que haya visto 5 minutos de Dreyer sabe que no hay nada menos cierta que dicha afirmación. Supongo que saldría de la boca interesada de Von Trier y el rumor fue corriendo poco a poco entre unos y otros, hasta que al final… Vamos a probar. ¿No les recuerda mi estilo al de Andrew Sarris?

Ejem.

10 Comments:

Blogger Beaumont said...

Cuando se puede ver una película de vampiros garrulos, para que ver la de una loca detrás de un cevecero.

11:08 PM

 
Blogger UROS JOSÉ said...

gente con grandes principios y tristes finales , segun tu, para mi todo lo contrario.

12:33 AM

 
Blogger El misionero said...

Discúlpame, Beaumont, yo sólo hablo de cine :)

1:04 AM

 
Blogger Beaumont said...

Yo también te hablo de cine. Es más difícil reflejar la vida de los vampiros garrulos que no la de la loca. :)

10:03 AM

 
Blogger UROS JOSÉ said...

como decia aquel: amar duele y trier lo plasma mejor que nadie con esta pelicula.

12:31 PM

 
Blogger Beaumont said...

viendo esto: http://wwwimposturas.blogspot.com/2004_07_01_wwwimposturas_archive.html
el primer post que aparece lo entiendo todo.

1:40 PM

 
Blogger malatesta said...

Como te refieras al de Glen Medeiros entonces es cuando me has terminado de liar.

11:41 AM

 
Blogger Beaumont said...

Malatesta, pues sí. Nada cambiará tu amor por mi... lalalalala

12:01 PM

 
Anonymous Anonymous said...

Estoy con Catálogo Electrónico, esta pelicula refleja divínamente las relaciones humanas

6:48 PM

 
Blogger El misionero said...

Pues vaya vida la vuestra

2:57 AM

 

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