Friday, February 29, 2008

YO me voy a Caceres

Al festival de Cine Solidario Español invitado por un artículo que escribí para los amigos de Versión Original (http://www.rebross.com/resswork30/idioma0.html)

yo

Tiene el debut de Rafa Cortés el aire pútrido de las malas intenciones. Eso se agradece dentro del empedrado infierno de los buenos intentos baldíos del cinematógrafo patrio. Porque no está de más encontrarnos con un cine que hace reflexión sin hacer genuflexiones a teóricos impenitentes, que es intenso sin intensificar recursos externos y, por tanto, accesorios, que es hermoso jugando a un feísmo tan puro como las composiciones naturales de la isla mallorquina y la interpretaciones desprejuiciadas de su elenco secundario y aborigen. Que es Cine con mayúsculas desde un yo con minúsculas desnortado y taciturno que se esfuerza en hallar preguntas donde sólo hay respuestas meridianas. Porque ante todo y para todo, Yo es una película tan hitchcockiana como la sombra de su propia duda, como la psicosis de un hombre que sabía demasiado poco.
Hans es un jardinero que llega a una pequeña isla de Mallorca a sustituir a otro jardinero alemán que también se llama Hans. El juego de espejos (elemento que aparecerá en casi todos los momentos decisivos de la película, ya sea como espejo en sí o como reflejo en el fondo de un pozo) está presente desde la primera vez que el protagonista se queda solo consigo mismo y sus circunstancias. Nosotros tampoco sabremos adivinar en ningún momento si lo que vemos es lo presente o lo proyectado, lo que somos o lo que ven los demás. Lo que separa al Yo freudiano, egocéntrico y aspiracional del tú más común de las segundas personas.
Este es el enigma que nos propone Rafa Cortés, apoyado en la magnífica banda sonora de Óscar Kaiser, una indagación dentro del interior de una persona, tomada como juego que al mismo tiempo es metáfora de otros juegos basados en las apariencias, en las señas (de identidad), en la capacidad de hacer creer algo a los otros y de hacer creer que has creído lo que te han querido hacer creer. Y así como si de un laberinto o de un partida de cartas se tratara, ir descubriéndose a sí mismo en una transformación que está más cerca de la suplantación que de la metamorfosis. O al revés.
Porque en eso se basa todo descubrimiento: en la duda de ese mismo descubrimiento (como bien sabía el anteriormente nombrado Hitchcock, el siempre presente en este largometraje- como un quimérico inquilino- Polanski o el más profundo Verhoeven de Desafío total o El libro negro.) La cámara, y nosotros con ella, acompañará a Hans durante todo un trayecto donde los pequeños detalles son pistas en las que patinaremos hasta dar con una verdad tan absoluta como la mentira. Hans comprende que a veces las coincidencias son la causa que te empujan a hacer algo. Incluido a cambiar de vida aunque te sigas llamando igual. Que básicamente es lo mismo.
Rafa Cortés cohesiona los dos niveles de discurso (lo que se dice y lo que se calla) como si utilizara el espejo que devuelve o los naipes que esconden. La puesta en escena, las calles y la cuestas, las apariciones de Miquelet (excepcional Rafael Ramis) y la sensación de irrealidad que transmiten los acontecimientos y el comportamiento de los secundarios(1) forman la nebulosa por la que los fantasmas se ven de forma nítida. Hans comprende que muchas veces lo que nos pasa no es tan interesante como lo que les pasa los demás. Y se convierte en el fantasma de una vida truncada que tiene la posibilidad de volver a recomponer tras la imposibilidad de construir la suya. Hans se convierte en el remake con final feliz de una tragedia anterior. La comedia es tragedia más tiempo que no decía Woody Allen.

Encontrarse con uno mismo aunque no nos hayamos conocido nunca es lo que propone en esta magnífica y turbia ópera prima el debutante Rafa Cortes, un director que ha demostrado en una sola película que puede dominar, la comedia, la intriga, el terror y el drama sin dejar de ser un autor con un discurso tan original como sus referentes. Un cuestionador de espejos, un croupier sin mangas, un cineasta isla dentro de un panorama con demasiada agua, muchos tiburones y pocas identidades tan claras. O tan confusas.


(1) Se cuenta que Rafa Cortés no dejo ver el guión a los actores secundarios, lo que hace que la atmósfera irreal se intensifique notablemente.

Wednesday, February 27, 2008

Diga 33

Lolocristo ha nacido

Monday, February 25, 2008

Tampoco me va tan bien

Esa cosa que se instala con el digital plus
en mi garganta. Tiene pelitos, Roza mis números.
Esa amargura que malvive a mi vera
y tiene la sala desordenada así con bolsas y batines y bolindres.
Esa oración sin presupuesto que se instala rauda
rozando la palma de mi mono y la cosa de los tientos y nada,
subiendo por los perros de húmeda lengua rugosa
y cuando canta. Dice huevitos. Reza tus salmos. Colma mi bazo.
Y es por eso, y no por otra cosa, que me asustan los que vienen
diciendo que es mi cumpleaños y que esboce una sonrisa
porque tampoco me va tan bien y no me creen los malajes
esos que me ponen bonito, los que anuncian mis lágrimas,
los publicitarios.

Tuesday, February 19, 2008

No me va mal

Esperando un milagro

Qué bonitos los amaneceres,
qué bonitos los atardeceres,
qué bonitos el azul y el verde.
qué bonito, le gusta a la gente.

Pero a mí, no sé, algo me falta,
sin darme cuenta hablo en voz alta,
veo tus lágrimas diamante
con esa luz tan brillante.

El aire se ha quedado parado
y yo estoy aquí esperando un milagro.

Entiendo que a veces la vida es tranquila,
entiendo que a veces aniquila,
entonces respiro muy fuerte,
más que nunca me alegro de verte.

Tenerte aquí a mi lado,
me quedo contento y callado,
admirando la luz plateada
que llevamos en la mirada.

El aire se mueve despacio
y estamos aquí esperando un milagro.

Coches sonrientes
te enseñan los dientes.
Cualquiera sabe, lo sabe de sobra.
Dime quien lo entiende,
dime quien lo logra.
Yo hace tiempo lo estoy intentando,
por las mañanas mirando hacia el cielo
preparado me estiro cantando.

El aire parece que habla
y yo estoy aquí esperando un milagro.

El aire se mueve despacio
y estamos aquí esperando un milagro.

(Los Ronaldos)

Monday, February 18, 2008

Algunas reflexiones sobre No es pais para viejos

Publicado en www.miradas.net

No Country For Old Men (Ethan y Joel Coen, 2007)
Por Manuel Ortega

Desierto asfaltado en una dirección

1. Aclaración

No voy a decir que no me gusta la película porque estaría mintiendo, así que quizá más que en contra mi opinión sea “a la contra”. Y no porque yo quiera llamar la atención sino porque lo que leo y oigo me la llama a mí. No me he leído el libro pero creo que tampoco es que haga falta. El cine y la literatura son dos disciplinas diferentes, dos artes distintos cuya utilización como elemento comparativo es tan inútil como infantil. El de La carretera si me lo terminé el otro día pero me gusta más la de Burgos que te puedes parar en el Landa a tomar morcillas. Por poner un ejemplo,
2. En materia: Asfalto

En su pequeña (aunque enorme) crítica de Boarding Gates (Olivier Assayas, 2007) en el repaso del pasado festival de Sitges, mi compañero Roberto Alcover Oti nos hablaba de ciertos directores que habían estudiado tanto los mecanismos teóricos que luego su puesta en práctica se les quedaba fría y desangelada. Yo tengo esa sensación con el mejor cine en mayúsculas de los Coen más estupendos. Me ocurre con Muerte entre las flores y me sucede también con Fargo. Me parece que son películas que transmiten una perfección deshumanizada, una maestría de librillo standard, un distanciamiento que acorta el resultado final. Ese es mi principal problema con No es país para viejos, su mecánica interna limpia y contundente, su desarrollo casi de videojuego (ya saben, superar niveles y pantallas), su previsible camino de apariciones fantasmagóricas y violentas que hacen de la sangre fácil una argumentación demasiado simple. La maravillosa escena (en planificación, atmósfera y misterio) del regreso del personaje de Brolin para dar agua al mexicano queda ensombrecida demasiado pronto por esa presencia constante y ensimismada del personaje interpretado por un Bardem que corre el peligro de convertirse en un nuevo Rutger Hauer. Lo imprevisto frente a lo ya visto, lo bueno de los Coen frente a lo malo de cierto cine de calidad. Soy más de la homérica charlotada musical de O Brother, de la narrativa disfuncional de El hombre que nunca estuvo allí, del estallido tranquilo de El gran Lebowski o la sorpresiva atemporalidad del experimento sin necesidad de demostración de El gran salto. Rarito que es uno. Casi tanto como los Coen.

3. La base: El desierto

Alacranes que se acercan a cactus que retienen tequila. Frontera entre el límite del mal y el límite del fatal. Gente que no es de ningún sitio matando a los que sólo son de un lugar. Muchas piezas, y todas atractivas, para componer la enésima mirada definitiva sobre el imaginario norteamericano y su propia esencia. Paul Thomas Anderson sabe lo que se hace y construye la tragedia piedra a piedra y agujero a agujero en su magnífica Pozos de ambición, traducción de telenovela colombiana para el genial There will be blood original. Los Coen renuncian a lo que sublima Anderson y en lugar de aplicar su abono a la árida tierra caliente intentan que todo crezca con la fotografía de una regadera. Y el desierto no es desierto porque no haya nadie, sino porque es desierto. Por eso no hay nadie. Y es lo que les falla en este caso a Joel y Ethan. Ellos se empeñan en aplicar fórmulas y en adaptar/adoptar discursos que le vienen bien a la música, a la fotografía y a las interpretaciones cuando tendría que ser al revés. Javier Bardem está muy feo con ese pelo y tiene la boca doblada como en Mar adentro. Tommy Lee Jones parece recitar el guión de la película que iba a rodar después. Kelly McDonald seguramente habrá regresado a la heroína tras no comprender su cometido.
4. La dirección: El prestigio (el truco inicial)

La película está rodada con precisión, ambientada como nadie, maneja códigos narrativos que trascienden el lenguaje común de los directores mortales (todas las escenas de la aduana, la escabechina del primer motel, la escena del regreso del buen hombre al territorio de los malos reseñado en el punto 1). Lo dije al principio aunque luego pareciera que no: La película me gusta y pasé un buen rato (quizá demasiado largo) pero creo que su condición de cine de calidad hecho adrede con reglas básicas y cosas que no caben, recortan la propia inventiva y la ambigüedad del discurso que delimita demasiado su propio alcance. Sólo hay una dirección y no hay escapatoria y ya he dicho que a mi me gustan las fugas y fugarme cantando como en O Brother, fumarme con ellos un algo y que nada tenga tanta importancia como un notas cualquiera, saltar al vacío para inventar el hullahoop y jugar (sin juzgar) un rato o que me lleven los extraterrestres porque quizá ninguno hayamos estado nunca allí. Pero también hay que contar que yo soy tan raro como los Coen cuando son raros. No como ahora que son demasiado normales.

Wednesday, February 13, 2008

Las ratas

Las ratas,
insidiosas, peludas,
voraces, ingratas,
innumerables, puntiagudas,
alucinantes, piratas,
escurridizas, zancudas,
por los rincones, por las escalinatas,
cataratas de ratas,
expectantes y mudas,
selva de dientes, de patas,
enormes, menudas,
mortificantes, peliagudas,
a saltos, a gatas,
agobiantes, cornudas,
lúgubres, insensatas...
Las ratas:
¡las dudas!

(Jesús Lizano)

Tuesday, February 05, 2008

Sobre (para, con) el cine español

Resumen español del 2007 publicado en www.miradas.net.


Sobre (para, con) el cine español

Por Manuel Ortega y José David Cáceres.

1
Parece que la falla más grande entre la calidad y la producción no tiene nada que ver con la cacareada ley del cine ni con nada que parezca a una ley. Quizá el gran problema radique en el apellido, en ese cine que nos empeñamos (y nos empañamos) en delimitar, premiar, masturbar y endiosar antes que en analizar. Los premios son ese reducto que desde los más esnobs a los más integrados se dedican a seguir como la luz de los faros en la tormenta de la sobreinformación. Una luz que sale del corazón enfermo de los mercachifles de cualquier condición. Desde Miradas de Cine no nos creemos ni que 4 meses, 3 semanas y 2 días fuera la mejor película de Cannes como nos negamos a pensar en que El orfanato sea la mejor película española del año. Básicamente nos negamos a creer en la palabra mejor en cuanto al cine, el arte y la comunicación se refiere. La Academia es un organismo público a extinguir como muy bien sugiere nuestro compañero Tomás Fernández Valentí en sus acontecimientos del año desde esta misma publicación. Un organismo inútil que malgasta el dinero de todos en dar sus premios a los amiguitos que más votos consigan entre los amiguitos. Una ceremonia de penoso gusto y cateta indumentaria que incluso es capaz de bajar su audiencia año tras año entre un público que demanda lo que parece que le va a dar. Una fiesta privada que en lugar de fomentar y difundir el cine de calidad que se hace en nuestro país (este año bastante gracias a outsiders y exdirectores de cortos) se dedica en hacer obscena ostentación de la baja estofa de sus compromisarios. Por eso nos encontramos en la diatriba de tener que distinguir el cine español, es decir, el mejor cine estrenado en nuestras pantallas y el cine de estado, el ensimismado cadáver de unos cineastas y demás que tienen tanta adicción a todo tipo de canon (y luego quieren hacer cine social) como al sanedrín y al boato.
2
En una de las mejores películas vistas el año pasado, Yo, ópera prima del mallorquín Rafa Cortés, el protagonista, Hans, mira al fondo de un pozo y desde ese instante todo cambia para él porque adquiere una seguridad de la que antes carecía: ahora puede ser quien quiera ser. El cine español, como Hans, no tiene (o no quiere) una identidad propia, tal vez porque prefiere la comodidad de parecerse (o ser lo contrario) a otros; pero a diferencia de ese curioso albañil alemán, nuestro cine nunca se ha mirado al abismo en busca de una respuesta, de un reflejo aún a sabiendas que puede estar distorsionado. La oscuridad asusta más si proviene de uno mismo. Este año 2007 no ha traído sorpresas en este sentido: el conjunto del cine español sigue a la deriva anclado en una nostalgia que cada vez resulta más absurda, empeñado en parecer autónomo a base de copiar mal modelos industriales y artísticos ajenos, reconociendo exclusivamente al que tiene éxito comercial, adoptando posturas intolerantes desde/hacia el cine personal y de género, despreciando (o no; según convenga) el cortometraje… Y los culpables de tan desolador panorama no son los demás, somos cada uno de los que de alguna manera participamos, en este caso como espectadores y críticos, en el entramado que conforma este cine español. Consecuencia bastante relevante de esto es la repetición de un dato de lo más preocupante: nuevamente un solo título, El orfanato (J.A. Bayona), ha acaparado la mayor atención del público situándolo entre los primeros puestos de la recaudación global (puede que incluso sea el film más visto según algunas fuentes que indican que los datos del Ministerio son incorrectos). Circunstancia que viene “salvando” sistemáticamente cada año desde un punto de vista mercantil, pero que dice bastante poco del sentido de nuestro cine como industria solvente y seria. No caigamos en el error común de acusar a los espectadores de ser cómodos. Tampoco carguemos contra los media porque al fin y al cabo cumplen su objetivo a la perfección. Hay otras variables a tener en cuenta y el propio mundo del cine debe tener algo que ver en ello.
3
Más allá de su rotundo éxito, El orfanato, un film de alcance limitado pero bastante habilidoso, pone sobre la mesa, otra vez, un camino no convenientemente explotado en España: el cine de género como tercera vía que facilite el desarrollo de una cinematografía, que aunque no tenga excesivas ganas de crearse una identidad, al menos pueda aspirar a tener donde asirse cuando surja la oportunidad. De esta manera, aunque sería inevitable que existieran productos funcionales y mediocridades, se puede dar salida a un cine de género, necesario en cualquier industria que se precie de serlo, y a partir del cual seguramente aparecerían voces personales. Pero no nos equivoquemos: la distinción clasista de autores y artesanos está en nuestra opinión más que sobrepasada. Fue una útil herramienta pero como la Underwood Five cumplió su función y ahora se ha convertido en una antigualla que dificulta la fluidez del análisis. La autoría es mucho más de lo que se nos vende y no es evaluable siguiendo según qué tablas, criterios y declinaciones. La autoría está en cada trabajo de los que tienen un discurso propio sin que ese discurso entre por ningún aro o por todos. Porque tan independiente es el que no quiere entrar como el que se niega a salir. ¿Dejó de ser autor Van Sant cuando rodó El indomable Hill Hunting? ¿Empezó a serlo Woody Allen con Annie Hall? Tan autor es Juan Flahn como Pedro Aguilera, Mateu Aldrover como Vicente Aranda, José Luis Garci como José Luis Guerín, Azucena Rodríguez como Pablo García. Por eso, este 2007 ha sido un año bastante rico en universos personales del cine español. Pero como siempre hay que tener cuidado al separar el grano de la paja, las voces del eco, el Quijote de Cervantes del de Pierre Menard o del de Avellaneda (lo mismo es quedarse corto por nivel o por falta de personalidad). Por seguir la voz de la postura o de la impostura. Lo que hemos venido a llamar autoría frente a autismo, básicamente.
En el terreno estricto del cine de género descubrimos, desventuradamente, pocos films realmente logrados; de estos mencionamos aquí y ahora la insólita cinta fantástica Los Totenwackers, segunda realización del director y productor Ibón Cormenzana, una deliciosa aventura infantil narrada con pulso e inteligencia. El paisaje general es bastante pobre: el thriller devaluado (Ladrones, de Jaime Marqués, La habitación de Fermat, de Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña), la comedia pueril marca de la casa (Salir pitando, de Álvaro Fernández Armero; Equipo Ja, de Juan Muñoz), el fantástico bajo mínimos (La hora fría, de Elio Quiroga, 2006; Moscow Zero, de Luna, 2006), el melodrama empalagoso y desapasionado (El corazón de la tierra, de Antonio Cuadri, El niño de barro, de Jorge Algora), el terror efectista (Los abandonados [The Abandoned, 2006], de Nacho Cerdà). Y a pesar de estos resultados decepcionantes, creemos que esta tercera vía es necesaria. Como revela la trayectoria de la productora Filmax, única que trabaja dentro de los márgenes del cine genero (fantástico y de terror) desde hace varios años, y que ha venido entregando pobres resultados cualitativos pero que siempre ha funcionado bien comercialmente, hasta dar un cierto giro a esta tendencia consiguiendo un inédito éxito de público (segunda película española más vista del año) y crítica con [REC] del tándem Jaume Balagueró y Paco Plaza, un estimable horror film perfectamente dosificado y vibrante, que no necesita profundizar, valiéndose solamente de la superficie, para resultar inquietante. Quizá por aquí haya un punto de encuentro entre distintos pensamientos, que creemos puedan converger (y divergir) armoniosamente.
Es el caso que nos encontrábamos el año pasado con Iñaki Dorronsoro y su notable La distancia y que este año vuelve a repetirse con Rafa Cortés y el thriller psicológico y más de Yo, Santiago Lorenzo y la comedia costumbrista en Un buen día lo tiene cualquiera, Ray Loriga y el biopic histórico a calzón quitado de Teresa, el cuerpo de Cristo o el drama contemporáneo de Felipe Vega y Mujeres en el parque. Cuatro autores que a riesgo de chocarse con las reglas no escritas de la academia, el público y la promoción nos han ofrecido cuatro obras más que estimables y de las que el cine español tendría que sentirse orgulloso. Lejos del cine con pretensiones y de qualité de andar por casa, de la formularia Siete mesas de billar (frances), la televisiva y amazatocada Mataharis, la aburrida y convencional 53 días de invierno de Judith Collel, el autismo fútil y resabiado de La línea recta de José María de Orbe, el tremendismo naif de Las 13 rosas o la novísima pero no Bajo la estrellas de Félix Viscarret.
También tuvimos el regreso de tres auteurs, así en francés, de los que teníamos muchas ganas de seguir teniendo noticias. Aupado por el Moma como cineasta a la altura de Berlanga, Buñuel o Fernán Gómez dentro del cine español, nos llegó El silencio antes de Bach de Pere Portabella, un ejercicio interesante pero de una vejez exacerbada, una irregularidad peligrosa y un alcance limitado. La película gana siempre que Portabella deja la palabra a la imagen y el sonido, consiguiendo escenas hipnóticas y verdad en este homenaje al autor alemán. Ni Guerín ni Rosales decepcionaron con dos obras que estiran un poco más su imaginario y su discurso. Guerín lo hace a lo ancho de la calle, Rosales dividiendo las estancias. Guerín esbozando con un carboncillo, Rosales cuidando bien todos los marcos. Sea de una u otra forma ambos consiguen con En la ciudad de Sylvia y La soledad lo que pretenden. Y eso nunca será pretencioso. El otro gran autor ya sólo se escribe en español y con Caótica Ana consiguió poner a casi todos de acuerdo. A Medem se le ha perdido el camino y la vergüenza y eso puedo traernos películas tan excesivas y fallidas como la que nos ocupa o bien nos puede sorprender con una de esas obras maestras que sólo se consiguen sin tenerle miedo al miedo. Tiempo al tiempo. Y quizá un guionista.
4
Ha sido un buen año para los debutantes. También lo ha sido malo según como se mire. La verdad es que hemos visto un poco de todo pero preferimos quedarnos con unos cuantos nombres que esperamos que marquen un poco el ritmo y la actitud de nuestra estancada cinematografía. Por eso queremos reivindicar sobre todo las propuestas de Rodrigo Cortés, Pedro Aguilera, Rafa Cortés, Koldo Serra. Desde el escapismo visual y de toda regla marcada por vía del exceso y el ejercicio intelectual de la deslumbrante Concursante a la árida deconstrucción de la familia (de todas las familias) en la impresionante La influencia pasando por la personalidad indómita y disfuncional de Yo o el talento contenido (a ratos mermado) de la aguda Bosque de sombras.
Nos gustaría destacar brevemente nombres propios del cortometraje como Gonzalo de Lucas, Velasco Broca, Enrique Gato, Jorge Tur, Luiso Berdejo, Javier Veiga o Álvaro Collar cuya producción está muy por encima de buena parte de las propuestas que pugnarán por el Goya mostrando sus armas desdentadas por el conformismo y el lugar común. También estimulantes propuestas en los márgenes del documental (vid. Las variaciones Marker de Isaki Lacuesta; Can Tunis, de J. Gonzalez Morandi y P. Toledo). Y no se nos olvida otro medio que está surgiendo con fuerza: las series en Internet. De ellas destacamos dos presencias sorprendentes y muy recomendables Hienas de Norberto Ramos Del Val (http://es.youtube.com/watch?v=c31h8o3I-8c) y Frikis de La Mirilla Producciones (http://www.canalfriki.net/).

Friday, February 01, 2008

Hijos de puta que mueren en la cama: Marcial Maciel

Otro más. Otro menos.

www.elmundo.es

FUNDADOR DE LOS LEGIONARIOS DE CRISTO

Marcial Maciel, un líder religioso bajo la sombra de la pederastia


MÉXICO.- El fundador de los Legionarios de Cristo, el mexicano Marcial Maciel (1920-2008), falleció tras una vida controvertida, apartado del sacerdocio público por el papa Benedicto XVI y bajo sospechas de pederastia.

Maciel, quien murió el 30 de enero en Estados Unidos, nació el 10 de marzo de 1920 en una familia de clase media y con gran presencia de religiosos en Cotija de la Paz, en el sureño estado mexicano de Michoacán.

De niño su salud fue frágil, ya que sufrió fiebres tifoideas, problemas del corazón y otras dolencias, una tendencia que le seguiría en su vida adulta.

El religioso vivió en su infancia la Guerra Cristera que enfrentó en México a fuerzas federales con grupos armados católicos y que provocó decenas de miles de muertos. Su tío, Jesús Maciel Degollado, fue uno de los generales "cristeros".

El conflicto le llevaría a descubrir en su adolescencia su vocación sacerdotal y a fundar, en 1941, los Legionarios de Cristo, tres años antes de ser ordenado sacerdote.

Un año después nacería el Regnum Christi, el cuerpo de miembros laicos de la orden, ya que Maciel pensó que eran ellos quienes podían realizar mejor labores de captación y evangelización en el seno de la sociedad civil.

En 1946, en el transcurso de una audiencia privada en el Vaticano con el pontífice Pío XII, éste le pidió que formara líderes y ganara para la causa de Cristo a los prohombres de América Latina y del mundo entero, según llegó a relatar el propio Maciel.

Pío XII pidió al fundador de la orden que "fuesen un ejército en orden de batalla", lo que llevó a cambiar el nombre original de la orden, Misioneros del Sagrado Corazón y de la Virgen de los Dolores, por el definitivo de Legionarios de Cristo.

La congregación que llegaría a contar con unos 400 sacerdotes, 2.500 seminaristas y cerca de 40.000 miembros laicos, es considerada una de las más conservadoras de la Iglesia católica.

Administra importantes universidades y centros educativos en Europa y en América, en países como Brasil, España, Estados Unidos, Irlanda y Chile.

En su México natal, la orden fundó en 1964 su primera universidad, la Anahuac, con sedes en todo el país.

La congregación fue apodada "los millonarios de Cristo", por su estrecha ligazón con la élite acomodada, especialmente en México.

Ya en su época de seminarista cayeron sobre él acusaciones de haber cometido abusos sexuales contra sus compañeros, descartadas en un informe oficial que califica esas denuncias de "calumniosas y humillantes para un incansable e incomprendido trabajador pastoral".

Las acusaciones continuaron en la década de los 50, cuando aparecieron religiosos que afirmaron que Maciel abusó de niños y jóvenes en México, España e Irlanda, entre otros países.

El religioso llegó a ser puesto como ejemplo de labor pastoral por el papa Juan Pablo II, pero su sucesor, Benedicto XVI, le exigió en mayo de 2006 que renunciara "a todo ministerio público" y llevara una vida retirada.

El fallo del Vaticano no satisfizo a quienes denunciaron los presuntos abusos, ya que Maciel ni siquiera fue sometido a un proceso canónico en atención a su avanzada edad.

El religioso, por su parte, negó siempre haber cometido abusos sexuales o practicado la homosexualidad.