Thursday, November 30, 2006

1+

Tu vicio

Yo soy un vicio más.
En tu vida soy un vicio más.
¿Por qué no me dejás,
si es qué soy tan sólo soy un
vicio?
Tu vicio.

Yo soy un vicio más.
En tu mente soy un vicio
más.
No me podés dejar
porque soy tan sólo un vicio.
Tu vicio.

Y cuando estés
masturbando a la nena
en un hotel de Pinamar
no te hagas problema,
no vale la pena,
alguien en el mundo
nunca te va a dejar.

Yo soy un vicio más.
En la gente soy un vicio más.
Contale a tu mamá,
ella también tiene el vicio.
Tu vicio.

Y cuando estés
masturbando a la nena
en una playa de Pinamar
quién te hará el aguante,
quién te dará antes
todas esas cosas
que no puedes comprar.
Yo soy un vicio más.
Todo el tiempo soy un vicio más.
En esta sociedad todo el mundo tiene un vicio.
Tu vicio.

Yo soy un vicio más.
En tu vida soy un vicio más.
¿Por qué no me dejás,
si es que sólo soy un vicio?
Tu vicio.
Soy un vicio más.


(Charly García)

Tuesday, November 28, 2006

Consejos mañaneros

Las cosas del ipod y el shuffle, pero hoy ha llegado a las 10,53 entre las paradas de Ópera y Callao


"En esta fiesta se triunfa
cuando te saca tu pueblo,
a hombros, por la puerta grande"

(Los Primo de Rivera)

Un poco más tarde saliendo de Rubén Darío.

"Ser siempre el máximo exponente"

(Violadores del Verso)

Hace 3 minutos preparándome un café

"Voy a intentar decir la verdad
aunque seguido mienta"

(Los Rodríguez)

Y ahora mismo

"Siempre he estado buscando el negocio ideal
un negocio basado en la originalidad
le pondré un nombre singular
nadie podrá acusarme de ser vulgar"

(Los Nikis)


Pues eso. Que no sé.

Monday, November 27, 2006

La cosa

Estoy escribiendo de cinue nuevamente. Estoy esperando que miradas publique mi artículo sobre El bosque para publicarlo luego aquí y mientras os pongo un artículo que ha salido también este mes y que ha sido escrito a 4 manos con el gran compañero de batallas cinéfilas José David Cáceres.



The Thing (John Carpenter, 1982)
Por José David Cáceres & Manuel Ortega

Ultimátum a la Tierra

No nos podemos quitar de la cabeza el final de esta película. Do hombres en el Polo Sur deciden que lo único que pueden hacer e sentarse a hablar mientras sus cuerpos se congelan y el mundo se salv (o se condena) por lo que ellos acaban de hacer. No nos podemos quitar de l cabeza lo que hubiera hecho Emmerich o cualquiera de los popes de cine d acción catastrofista de hoy en día si hubieran tenido este guión entre la manos. Hubieran aplicado la lógica haciendo aparecer un helicóptero co bandera americana para rescatar a estos dos señores que, por el bien de l humanidad, no habían pedido ayuda. Pero si John Carpenter (Nueva York 1948) hiciera eso no estaríamos escribiendo sobre él, porque si él hiciera es nos encontraríamos ante un director del montón y no ante una de las pieza claves del cine de las últimas décadas

Si nos aproximamos superficialmente a su trayectoria descubriríamos un territorio personal muy característico, deudor del espíritu y la técnica del cine clásico, desarrollado en los límites del cine fantástico y de terror de bajo (o mediano) presupuesto. Una mirada más atenta revela que el responsable de Vamprios (Vampires, 1999) es un cineasta capaz de aunar el más vibrante entretenimiento, el sentimiento más visceral y las digresiones más perturbadoras, todo ello a partir de un dominio prodigioso del lenguaje cinematográfico. En definitiva John Carpenter hace cine. Un cine que pasará inadvertido para los que buscan otra cosa y que en EE.UU. es menospreciado tanto por el público como por la crítica [1].

Después de realizar tres películas brillantes (La noche de Halloween / Halloween, 1978; La niebla / The Fog, 1980; 1997: Rescate en Nueva York / Escape from New York, 1981) y haberse presentado [2] con la delirante y portentosa Asalto a la comisaría del distrito 13 (Assault on Precinct 13, 1976), Carpenter estrena en 1982 La cosa que es, con poco margen de error, una de sus más memorables obras y un hito del cine fantástico contemporáneo, clásico o de cualquier época. El film es una adaptación de un relato de John W. Campbell [3] titulado "Quién hay ahí" ("Who goes there?", 1948) [4], que ya fuera el punto de partida para un modesto trabajo (en ningún caso despreciable como algunos aseguran con muy poco rigor) de Howard Hawks y Christian Nyby, El enigma de otro mundo (The Thing From Antoher World, 1951). John Carpenter había manifestado su descontento ante esta versión del cuento y acometió el proyecto con gran ambición artística, convencido en todo momento de las posibilidades que tenía aquél y de su propia capacidad para aprovecharlas.



La cosa desconcertó al público del momento, relegando al film a un pobre resultado comercial, y superó a una poco inteligente crítica (hay cosas que no cambian), que no alcanzó a apreciar sus numerosos aciertos; al respecto Carpenter comentaba a Gabriel Lerman [5]: «(...) hice lo que pensaba que era una gran película, y fui condenado por hacerla, porque la gente pensó que era muy exagerada. Tuve que quedarme solo, defendiéndola. Todos los que me rodeaban me dijeron que tenía que modificarla. (...) Todos me preguntaban por qué había hecho una película tan oscura y desagradable». Un recibimiento injusto, desafortunadamente prolongado en el tiempo y en el propio realizador: en la actualidad no somos demasiados los que defendemos la valía y la trascendencia del cine del director, olvidado o menospreciado por un publico preparado (tras grandes sesiones de entrenamiento) para aceptar (y aplaudir) los productos más estridentemente convencionales del mercado, y también por una determinada crítica empeñada en alabar (y aplaudir) cualquier propuesta que carece de circuitos de distribución (¿qué fue antes el huevo o la gallina?), de carácter experimental y/o proveniente de industrias etiquetadas como prestigiosas. La consecuencia, en su momento, para Carpenter fue, desde el punto emocional y artístico, significativa: sus siguientes tres películas (Christine, 1983; Starman, 1984; Golpe en la pequeña China / Big Trouble in Little China, 1986) continúan siendo muy probablemente las menos estimulantes y las más insustanciales de toda su filmografía, tal vez junto a Memorias de un hombre invisible (Memoirs of an Invisible Man, 1992), probablemente el trabajo más impersonal del realizador. Y no por casualidad son las que de alguna manera buscan más directamente al gran público y a la crítica más complaciente, mínima y estúpida (desgraciadamente mayoritaria tanto en periódicos como en revistas especializadas).

El relato "¿Quién hay ahí?", cuyos precedentes se sitúan en la literatura del maestro Howard Phillips Lovecraft (1890 - 1937), es un genuino y brillante camino por el horror, sugerido («(...) tenía algo así como una existencia mucho más lenta, una existencia que le permitía, con todo, tener vagamente conciencia del transcurso del tiempo, de nuestra llegada, después de interminables años. Soñé que ese ser podía imitar cosas (…) En el sueño, ese ser podía leer los pensamientos y las modalidades personales» confiesa con inquietud uno de los personajes), orgánico («Kinner —o mejor dicho, lo que había sido de Kinner— yacía en el suelo, partido en dos por el gran cuchillo que mostrara McReady. El meteorólogo estaba de pie contra la pared y del cuchillo que tenía en la mano goteaba sangre. Van Wall se movía apenas en el suelo, gimiendo, y su mano se frotaba de un modo casi inconsciente la mandíbula. (...) Los brazos de Kinner se habían convertido en una extraña pelambre escamosa, y la carne se había retorcido. Sus dedos se habían acortado, su mano redondeado, sus uñas convertido en garras largas y afiladas») y sensorial («Aquello hedía. Con un hedor extraño, el hedor de una mezcla de olores que sólo conocen las cabañas sumergidas en los hielos de un campamento antártico, y en el que se advierten el olor a sudor humano y el denso dejo a aceite de pescado de la esperma de foca derretida»). Sin duda una base excelente y llena de posibilidades para, en las manos adecuadas, conseguir un gran film de género. La mencionada adaptación que Nyby y Hawks hicieron mediante el guión del gran compinche del segundo Charles Lederer (Los caballeros las prefieren rubias —Gentlemen Prefer Blondes, 1953—, La novia era él —I Was a Male War Bride, 1949—, Luna nueva —His Girl Friday, 1940—, Me siento rejuvenecer —Monkey Business, 1952—) podría catalogarse de muchas maneras menos de fiel. Enérgica, chistosa, hawksiana, entretenida, pero no fiel. Todo lo inquietante de la novela de Campbell se pierde dentro de los convencionalismos del cine de serie B y de su lectura anticomunista y belicista más elemental. El juego de identidades que Siegel sí supo aprovechar en la imprescindible La invasión de los ladrones de cuerpos (Body Snatchers, 1955) queda aquí anulado por la corporeización del visitante en una especie de luchador de wrestling torpe y mecánico. Lo único que se atreve a esbozar que se encontraba en la novela (y que luego en Carpenter forma parte esencial de su discurso) es la confrontación entre la ciencia y el hombre, entre el conocimiento y el poder militar, entre sacrificar algunas vidas para que otros vivan mejor o disparar en el entrecejo. Lo demás no es más que una película pequeña, entretenida y frugal.



La cosa es un relato tenso e inquietante donde prima la violencia y la locura, detonantes y efectos de ese medio a lo desconocido e inexplicable que a cualquier persona le atenaza en algún momento de su existencia, y del cual siempre huye aterrorizado ante la inimaginable posibilidad de que se convierta en algo corpóreo, tangible, verdadero. Para llegar a este estadio, Carpenter da comienzo a la película acudiendo a una constante ineludible del género, esto es, el derrumbamiento de la rutina y el primer contacto con lo extraño: en un inhóspito paraje nevado de la Antártida surge un helicóptero que persigue a un perro con el objetivo de matarlo; éste logra llegar a una base norteamericana, donde algunos de sus miembros son momentáneamente testigos estupefactos de tan inaudito escenario; el perro busca cobijo entre ellos, mientras uno de los integrantes del helicóptero desciende a tierra y, sin mediar palabra, comienza a disparar en dirección al animal, pero fracasa en su propósito al ser abatido de inmediato por uno de los americanos; el otro cazador había muerto segundos antes al estallarle un explosivo que intentaba emplear contra la criatura. Esta secuencia trasmite un malestar que va en continuo aumento debido también a la concreción e idoneidad de la puesta en imágenes, que bascula de lo general a lo particular (cfr. las tomas áreas generales al comienzo de la persecución, los planos detalle del tiroteo final), transportando la inquietud a un estado más cercano y por tanto más amenazador [6].

La cosa a partir de este momento se construye por medio de elipsis y cambios de punto de vista, reforzando la angustia en la que se hallan los personajes, que no tardarán demasiado en conocer, no sin horror, los motivos que alentaban a aquellos hombres aparentemente enloquecidos a acabar con la vida del perro: éste esconde en su interior a un ser monstruoso venido de un tiempo y mundo remotos, capaz de imitar por completo otras formas de vida. La representación en primer término de esa cosa como un masa amorfa, viscosa y repugnante manifiesta, de una manera terrible, un miedo real al que se puede vencer, pero que paradójicamente puede convivir entre nosotros sin que lo sepamos (detalle que es el motor de Están vivos —They Live, 1989—); empero esta truculencia presente en el film no es más que un medio, nunca un fin (incluso estas escenas de acción se pueden ver como una proyección en bruto de la crueldad y violencia del relato). El desasosiego que produce La cosa tiene más que ver con la planificación y la atmósfera impregnada en el relato que con la recreación del ente; y es por ello que la narración paulatinamente se enfurece hasta dislocarse: los planos inquietantes del perro observando y deambulando por el complejo; la soga que cuelga al lado de Blair a la vez que suplica, encerrado tras su acceso de demencia, que le dejen salir; el espeluznante instante en el que el vientre de un cadáver cercena las manos del doctor Cooper; la modulación de las transiciones entre escenas y del propio devenir de la historia; el eximio travelling del interior de las instalaciones que desvela que algo marcha mal (no parece haber nadie y una puerta abierta deja paso a la nieve); la característica música carpenteriana (compuesta para la ocasión por Ennio Morricone) edificada sobre constantes percusiones... Carpenter vuelve a demostrar que el terror cinematográfico es una cuestión puramente de estilo, de formas, no de enunciados teóricos, convenciones narrativas o corsés argumentales.



El realizador de La niebla consigue algo muy complicado, ser fiel y a la vez desmarcarse de la lovecraftiana composición de Campbell, y así tocar todos los temas que le preocupan, partiendo para ello de su situación preferida: la incomunicación de un grupo fomado por diferentes individualidades que se ven forzadas a colaborar de la mejor manera si quieren sobrevivir. Sólo hay que echar un vistazo a la filmografía de Carpenter para comprobar que en el interior de una pecera él se siente como pez en el agua. Salir fuera es el final de la partida, la solución está dentro. McReady y compañía saben que por poco o por mucho la tierra está en las últimas. Se sientan, miran y casi nada más pueden hacer. No es Carpenter hombre de rezos ni de limosnas, así que sus hombres tampoco. Siempre tan cerca, y tan a punto, para un final que ni justifica los medios ni casi a los delanteros. Snake tira el cacharrito, John Trent sale de un cine, traicionan irremisiblemente a Nada. Y así podríamos contar hasta mil o hasta mil millones. O quizá, si no nos espabilamos, no lleguemos ni a siete.

El ácrata neoyorkino que eligió el terror y la ciencia ficción antes que la comedia y la verdad del banquero, nos muestra su desconsuelo pero también el sabor del aire que aún sigue respirando y transmitiendo. Ya nada queda de nadie y algo nuevo está en todas partes pero necesita al hombre para ser hombre (igual que al perro lo necesitó para ser chucho). Allá a lo lejos sin otras personas que lo lleven dentro (que pinten, escriban, besen, hagan cine), puede que el final nos alcance o que el principio nos supere. Y quizá sea hora de que vayamos apagando el ordenador, ya que de eso casi ni entendemos. Creemos más en los ciclos vitales y en los otros (sobre todo en el de Edgar G. Ulmer de Cinemanía Clásico). Y si hablamos de vida y de cine hablamos de Carpenter. No queda casi nada que hacer más que encender un cigarrillo e iluminar lo que nos rodea. Dar cera, pulir cera, que decía el otro. Mantenernos vivos, plantar un árbol, dirigir otra pequeña película, la guerrilla de las guerras a esta constante amenaza a los vivos, a este insensato ultimátum a la Tierra.




[1] «En Francia soy un autor, en Alemania soy un director de cine, en Inglaterra soy un director de películas de terror y en Estados Unidos soy una puta mierda» ha llegado a declarar Carpenter.
[2] Su primer film es Dark Star (1974), una parodia de los films de ciencia-ficción y especialmente de 2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey. S. Kubrick, 1968), cuya autoría es adjudicable en gran medida a Dan O'Bannon, guionista, coprotagonista y montador.
[3] John W. Campbell, Jr. (1910 - 1971) es una figura notable, aunque poco conocida en España, de la literatura de ciencia-ficción del siglo XX: además de escribir destaca poderosamente su labor editorial sobretodo al frente de la revista Autsounding (actualmente Analog o ASF, www.analogsf.com) desde 1937 hasta 1971, donde nacieron artísticamente Isaac Asimov, Robert A. Heinlen o Alfred E. van Vogt. De personalidad dominante y planteamientos en cierto sentido autoritarios (llegó a alinearse con un personaje tan siniestro como L. R. Hubbard, padre de la llamada Cienciología), Campbell se negó a publicar en varias a ocasiones a escritores, caso del gran Philip K. Dick, Ray Bradbury o el propio Asimov, por desavenencias en el tratamiento científico y moral de los relatos o novelas. Sea como fuere, en reconocimiento a su actividad desde 1973 se concede anualmente el doble premio John W. Campbell a la mejor novela y al mejor escritor novel de ciencia-ficción.
[4] Disponible en castellano en la compilación de cuentos realizada por Jim Wynorski, "Vinieron del espacio exterior", editada en 1983 por Ediciones Martinez-Roca.
[5] Dirigido por… nº 236, página 36. Barcelona, junio 1995.
[6] Recientemente Zack Snyder comenzó su excelente ópera prima, El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 2004) partiendo de un planteamiento similar pero en sentido contrario: de lo que le ocurre a la familia de la protagonista se va pasando, progresivamente, a escenarios más globales (la planificación es aquí más vehemente incluso: de un atroz primer plano de la cara ensangrentada de una niña, ya convertida en zombie, se llega a un plano cenital de turbadora belleza que dibuja toda una ciudad devastada por el caos y la destrucción).

Instantes publicitarios (Poemas con mal de fondo)

Dicen que no era así que no viera
la forma que no fuera que no
estuviera que no sintiera que no era
manera de que muera y nada en la nevera
una calavera que viene hacia mi vera,
¡si un claim al menos diera!

y una llamada por teléfono
y un ruego por megáfono
y un insulto por francóno
y yo sin voz y con micrófono
sono, mono, bono, cono,
anda sube un poco más el tono
como en aquel anuncio de Ono. Gracias.

La taza está llena de mis nervios por dentro
una foto me devuelve a una realidad que se mescapa
así todo junto, que se mescapa y no hago nada y no soy nadie y no.
Mañana será otro día pero seguiré en el mismo sitio

Cada año odio más el briefing de mis latidos.

Tuesday, November 21, 2006

Una luz

La he visto mientras iba escuchando la radio de un taxi. Ya sé porque a las emisoras se les llama cadenas.

Friday, November 17, 2006

Gracias (o no)

Desperté en el mundo negativo
donde todo está sin revelar
es oscuro y aunque tengo objetivos
no tengo flash.
Aquí todo carece de destino
aquí todo se apellida mal
donde todos mis enemigos
se llaman igual
igual que yo.
Todo se encuentra bajo cero
donde dejar la mente en negro

Hay mundos para-lelos
donde yo tengo un lugar
para llegar y saludar
Donde me siento hundido
donde no paro de volar
como una paloma rapaz.

Desperté en el mundo positivo
donde todo huele a laurel
y uno se siente tan crecido
que no ve sus pies
Allí donde nacen viejos amigos
que yo ni siquiera sembré
donde todos me besan el anillo
y yo soy el rey.
Esa es la ley
Todo se encuentra tan arriba
que paso el día pisando cimas.

Hay mundos para-lelos
donde yo tengo un lugar
para llegar y saludar
Donde me siento hundido
donde no paro de volar
como una paloma rapaz.

(Mundo para-lelos de La naranja china)

Tuesday, November 14, 2006

Un ejemplo para su raza

Se sale de Scoop como se sale de ver a un familiar al que queremos y que visitamos a lo sumo una vez al año por las navidades. Sabemos que se nos hace mayor, que conserva en vinagre su sagacidad, pero su piel se arruga y su reloj va más deprisa. Pero carpe diem amigos que Woody Allen sigue siendo un ejemplo para su raza: la de los cineastas jóvenes e inteligentes que aportan su tonelada de cal al cada vez más anquilosado, previsible y anciano séptimo arte. Scoop no es su mejor película pero si es de lo mejor que se ha estrenado en este bendito país en este último maldito año. O viceversa.
Scoop empieza dando el primer quiebro inesperado a lo habitual. En un guiño autoral se nos presenta una reunión de amigos en un bar que cuentan anécdotas de uno que ya no está. Parece que Broadway Danny Rose toma gravedad al mismo tiempo que Celebrity se torna en tragedia. Pero sólo es un prefacio funcional para que nos vayamos a un Recuerdos pasados por la turmix de la modestia, la autocrítica, la intrascendencia de trascender y el color. Porque Scoop es el color donde las otras necesitaban grises y sus tonalidades, es el canto de sirena que avisa de que viene la ambulancia o la policía. Porque la muerte y el crimen vertebran esta película convirtiéndose en el positivo o en el negativo (no entiendo ni de fotografía ni de simplificaciones maniqueas) de la aclamada y pelín sobrevalorada anterior película del genio neoyorquino, cfr Match Point. Yo es que soy más del Allen que revisita Annie Hall (quiero decir Todo lo demás) que el que lo hace con Delitos y faltas (quizá también yo quiera seguir siendo joven y gracioso). Ustedes perdonen.
Pero el funcionario judío que escapaba de un pueblo que lo odiaba a lomos de un circo, sigue siendo mago. Un charlatán de feria, un engañalistos que sabe que la palabra lo ha llevado a ser lo que es y que su caja de trucos de magia es mucho más potente de lo que siempre nos ha dicho. Porque aunque él se vista de charlatán domina la imagen como pocos. De ahí sale Joe Strombell para que la narrativa fluya de la imaginación que fluye de la lírica. Estamos entre lo que separa a la vida de la muerte, lo que está entre una y otra. Woody Allen, el cine, una caja de trucos de magia. Y en lugar de un conejo sale una primicia que pone en marcha la maquinaria.
Y como en sus últimas comedias, el argumento va perdiendo fuelle, las interpretaciones se van haciendo cansinas, el guión nos descubre algún agujero. Pero esa escena en el lago está rodada con la marca que distingue a los grandes cineastas: elegancia, sutileza, rigor y contundencia. Todo mezclado con un giro menos afortunado que en la anterior (la del tenista malo), con menos sentido, con menos trompetas y tambores. Pero es lo que diferencia a la comedia de la tragedia, a Melinda de Melinda, a los principios explosivos de la sonrisa (Granujas de medio pelo y su magnífica primera parte sería el ejemplo) de los finales que nos matan para que sigamos vivos. La tragedia es comedia más tiempo…más que nunca.
Woody Allen sigue vivo, es un ejemplo para su raza y el año que viene iré a verle otra vez como se ve a una familiar que sólo puedes visitar en noviembre o así.



http://www.cinestrenos.com/vercritica.asp?Codigo=1110

Monday, November 13, 2006

No mires a los ajos de la gente

No me repito, pero son buenos tiempos para la épica


MALOS TIEMPOS PARA LA LIRICA
 
El azul del mar inunda mis ojos,
el aroma de las flores me envuelve,
contra las rocas se estrellan mis enojos
y así toda esperanza me devuelve.

Malos tiempos para la lírica.

Las ratas corren por la penumbra del callejón,
tu madre baja con el cesto y saluda,
seguro que ha acabado tu jersey de cotton
...puedes esbozar una sonrisa blanca y pura.

Malos tiempos para la lírica.

Seguro que algún día cansado y aburrido
encontrarás a alguien de buen parecer,
trabajo de banquero bien retribuído
y tu madre con anteojos volverá a tejer.


(Golpes bajos)

Friday, November 10, 2006

La fama me perisgue

Hoy salgo en la página 14 del EP3

Sunday, November 05, 2006

Homenaje a Gijón

Hay días que pasan cuando llegan,
pero sus noches nunca pasan.
Como la noche coronada
por nuestra amarilla bandera.
La noche de la primavera
más bella que tuvo Carranza.

De Jerez fueron de vino de Jerez,
las lágrimas que derramé
la noche de la primavera,
más bella que tuvo Carranza.

¡Ay! esta ciudad,
siempre habita la calle
sin dinero y la visita el dolor
pero con tanto humor mas rápido se va,
los ricos son aquí pobres
que en alegría amasan la fortuna,
y que en noches iguales que aquellas
devoran estrellas con cargo a la luna.

Aquí los que nacen valientes
por el estadio o el puente,
que se llaman igual,
son cosas de los gaditanos.
Por eso cuando las banderas
cubrieron la ciudad entera
sentí el mayor escalofrío,
lo que pasaba era más grande
y cada gol más importante
que to el ascenso conseguio.

De pronto supe que es verdad
que yo nací en una ciudad
donde pusieron nom plus ultra y en latín
lo que se escribe es porque así
no hay enemigo que lo borre
ni dios que se le resista.
Aquí no hace falta ni gobierno ni legión
con su gente no se necesita,
hace 3000 años que eres de otra división,
tacita.


Juan Carlos Aragon para Los parias

Oído en Uno, dos, tres de Billy Wilder

- Dile a los empleados que no vuelvan a levantarse cuando pase.

-Sí, señor.

- Dígales que la dictadura ya ha acabado que ahora estamos en democracia y ya no necesitan hacerlo.

-Ese es el problema señor, si siguiera la dictadura podría obligarles a que se quedaran sentados, pero al ser libres hacen lo que quieren. Y lo que quieren es levantarse.

Tú tampoco

Y así fue mientras todo era. Y yo quería ir porsiaca y tú estabas allí porsupues. Y eras una naranja que no estaba amarga y yo una bola de billar que temía a los agujeros. Quizá algún día leas esto y yo aprenda a escribir. Quizá yo ya no sea ni ya no esté (cada día soy más adicto a morirme) y las oportunidades se escriban con h de hamor con i griega de yorar por ti, con b de bolberé ha berte lla berás. Y te alegraste y te tragó una medusa y a mi se me atragantó el corazón y ya no puedo confesarme porque maté al cura, quemé la iglesia y dije que esto que me circula y me circunscribe son sólo gases.Hay que ser consecuente aunque en efecto seas causa de mi conciencia. O de nada o de todo o de algo o de todo o de nada. Quizá tú tampoco y yo también.